Jamás me dedique al volantín, aunque amaba verlo en sus correrías, en su velocidad, sus desplazamientos, su guerra. Pero lamento decirlo, con la prohibición del hilo curado ha muerto. Pero aún me queda un granito de sentido común, jamás abogaría por algo que las evidencias dan por hecho, el peligro del hilo curado y sus victimas infantiles, jamás ignoraría ese hecho. Pero el asunto es así sin “comis” se muere el volantín. Lo que queda es otra clase de diversión, mas cercano a las cometas chinas, a una especie de ornitología pasiva, que a la batalla volantinera del pelusón, sublime, emocionante, habilidosa.
Me crié en un colegio pequeño casi como una casa, el profesor dueño era presidente de un club volantinero. Hacia hazañas increíbles con sus volantines, los mantenía quietos a un metro del piso , curaba hilo en un carrete enorme, hacia diseños asombrosos de volantines, pero jamás fui uno de ellos . Para ser volantinero se tiene que tener algo que yo no poseo, tolerancia a la frustración, arrojo, estrategia. Uno siempre puede superar en el fútbol un gol, en las bolitas una chita , o en el trompo que se enrede (aunque casi siempre el trompo da puro placer) pero que lo echen cortado es una de las experiencias mas frustrantes y tensas de la niñez, hay todo un proyecto que cae , que se aleja como si fuese una lenta tortura , tu volantín se va y uno lo despide impotente , mientras recoge el hilo (miles de yardas para el mas jugado) que recorre, se arrastra por la comuna arrasando como un cuchillo todo lo que viene a su paso. No faltaban los que interceptaban el hilo lacio, de hecho algunos se dedicaban especialmente a ello, para tirártelo “a la agarrocha”.
El volantín hace expertos fácilmente, por que se necesita un espíritu especial para dedicarse a él.
El volantín ha muerto, ahora es un juego impotente, el hilo sano lo convierte en un juego que entra a la categoría del luche o saltar la cuerda, perdió su heroicidad, su arrojo, su tensión.
La ceremonia previa también era casi religiosa, comprar la cola, el vidrio molido (verdaderas armas que uno obtenía curiosamente como se compra pan) y luego la ceremonia venía, la cola a baño maría y ese olor que te lleva a la infancia inmediatamente. (Calentaría cola ahora mismo para trasportarme a la infancia de puro placer), luego el hilo enredado entre los pobres álamos que acogían resignados el entusiasmo de los pelusas, el vidrio molido recorre la circunferencia, la ceremonia concluye, las yardas están listas.
El volantín ha muerto y peor, otros juegos que realmente me agradaban y tenia cierta experticia han muerto solos.
Las bolitas me producían placer, había que tener muchas, precisión, capacidad de negociar y de apostar, éramos unos pequeños hombres de negocios transando sus doblones de oro (por que las bolitas hacían las veces de dinero circulante en la infancia, incluso supe de un amigo que decía que tenia miles enterradas en el patio de sus casa en una jugada financiera sólo para especular su precio, jamás le creí).
Las bolitas murieron no por una ley como lo hizo el volantín , creo que murieron por el rechazo a la tierra , el niño de hoy es reacio a la tierra, antes era mirada como vitaminizada, mineralizada, placentera , por eso uno andaba a pata pelada con normalidad por sobre ella , ahora existe reticencia a la relación piel-tierra ,aunque aun existen felices excepciones como el hijo de mi vecino que tiene que andar con varios pantalones por que su hijo AMA tirarse en la tierra, la gente lo mira como a un mendiguito asombrada , eso prueba de la tensa relación tierra- niño de hoy.(Me llamó también mucho la atención la extraña relación que tenia un niñito que llegaba de Suecia con la tierra , se la esparcía y restregaba por los codos y las piernas , parecía un pequeño perrito disfrutando del piso sagrado, preso del cemento y del pulcro pasto del paisajista europeo).
Para las bolitas había que ser un experto de la tierra, de su densidad de su pendiente y de su textura, el cemento de la vereda solo se usaba para limar las bolitas que se convertirían posteriormente en “tiritos”, especies de capitanes de la bolitas por su poder de adhesión, de maniobra, la pared era también utilizada para hacer un rehue habilidoso, especie de rebote en el muro para geométricamente golpear a la bolita requerida. La Troya y los tres hoyitos eran los clásicos. Y el amallado era la legislación para el maricón que se quería retirar (como los viejos jugadores vivos del casino) cuando iba en ganancia.
Se mueren poco a poco los juegos, pero la muerte es necesaria para el recuerdo y mejor para el olvido, a pesar de mis medicamentos antinostalgia enternece acordarse de ambos juegos, uno muerto por una legislación, por la ausencia de heroísmo y por el temor a la peligrosidad (comprensible) y otro por una especie de cansancio de la muñeca, de una fobia dermatológica.
Los volantines disminuyen aunque siguen por ahí en las poblaciones, dándose zarpazos ilegales negándose a encumbrase con hilo “sano” una palabra inadecuada para la población. Y las bolitas se mueren o quizás duermen esperando que un buscatesoros desentierre los doblones de oro, las miles de bolitas que mi amigo enterró hace décadas en el patio de su casa.
Me crié en un colegio pequeño casi como una casa, el profesor dueño era presidente de un club volantinero. Hacia hazañas increíbles con sus volantines, los mantenía quietos a un metro del piso , curaba hilo en un carrete enorme, hacia diseños asombrosos de volantines, pero jamás fui uno de ellos . Para ser volantinero se tiene que tener algo que yo no poseo, tolerancia a la frustración, arrojo, estrategia. Uno siempre puede superar en el fútbol un gol, en las bolitas una chita , o en el trompo que se enrede (aunque casi siempre el trompo da puro placer) pero que lo echen cortado es una de las experiencias mas frustrantes y tensas de la niñez, hay todo un proyecto que cae , que se aleja como si fuese una lenta tortura , tu volantín se va y uno lo despide impotente , mientras recoge el hilo (miles de yardas para el mas jugado) que recorre, se arrastra por la comuna arrasando como un cuchillo todo lo que viene a su paso. No faltaban los que interceptaban el hilo lacio, de hecho algunos se dedicaban especialmente a ello, para tirártelo “a la agarrocha”.
El volantín hace expertos fácilmente, por que se necesita un espíritu especial para dedicarse a él.
El volantín ha muerto, ahora es un juego impotente, el hilo sano lo convierte en un juego que entra a la categoría del luche o saltar la cuerda, perdió su heroicidad, su arrojo, su tensión.
La ceremonia previa también era casi religiosa, comprar la cola, el vidrio molido (verdaderas armas que uno obtenía curiosamente como se compra pan) y luego la ceremonia venía, la cola a baño maría y ese olor que te lleva a la infancia inmediatamente. (Calentaría cola ahora mismo para trasportarme a la infancia de puro placer), luego el hilo enredado entre los pobres álamos que acogían resignados el entusiasmo de los pelusas, el vidrio molido recorre la circunferencia, la ceremonia concluye, las yardas están listas.
El volantín ha muerto y peor, otros juegos que realmente me agradaban y tenia cierta experticia han muerto solos.
Las bolitas me producían placer, había que tener muchas, precisión, capacidad de negociar y de apostar, éramos unos pequeños hombres de negocios transando sus doblones de oro (por que las bolitas hacían las veces de dinero circulante en la infancia, incluso supe de un amigo que decía que tenia miles enterradas en el patio de sus casa en una jugada financiera sólo para especular su precio, jamás le creí).
Las bolitas murieron no por una ley como lo hizo el volantín , creo que murieron por el rechazo a la tierra , el niño de hoy es reacio a la tierra, antes era mirada como vitaminizada, mineralizada, placentera , por eso uno andaba a pata pelada con normalidad por sobre ella , ahora existe reticencia a la relación piel-tierra ,aunque aun existen felices excepciones como el hijo de mi vecino que tiene que andar con varios pantalones por que su hijo AMA tirarse en la tierra, la gente lo mira como a un mendiguito asombrada , eso prueba de la tensa relación tierra- niño de hoy.(Me llamó también mucho la atención la extraña relación que tenia un niñito que llegaba de Suecia con la tierra , se la esparcía y restregaba por los codos y las piernas , parecía un pequeño perrito disfrutando del piso sagrado, preso del cemento y del pulcro pasto del paisajista europeo).
Para las bolitas había que ser un experto de la tierra, de su densidad de su pendiente y de su textura, el cemento de la vereda solo se usaba para limar las bolitas que se convertirían posteriormente en “tiritos”, especies de capitanes de la bolitas por su poder de adhesión, de maniobra, la pared era también utilizada para hacer un rehue habilidoso, especie de rebote en el muro para geométricamente golpear a la bolita requerida. La Troya y los tres hoyitos eran los clásicos. Y el amallado era la legislación para el maricón que se quería retirar (como los viejos jugadores vivos del casino) cuando iba en ganancia.
Se mueren poco a poco los juegos, pero la muerte es necesaria para el recuerdo y mejor para el olvido, a pesar de mis medicamentos antinostalgia enternece acordarse de ambos juegos, uno muerto por una legislación, por la ausencia de heroísmo y por el temor a la peligrosidad (comprensible) y otro por una especie de cansancio de la muñeca, de una fobia dermatológica.
Los volantines disminuyen aunque siguen por ahí en las poblaciones, dándose zarpazos ilegales negándose a encumbrase con hilo “sano” una palabra inadecuada para la población. Y las bolitas se mueren o quizás duermen esperando que un buscatesoros desentierre los doblones de oro, las miles de bolitas que mi amigo enterró hace décadas en el patio de su casa.
2 comentarios:
Interesante tema viejo cóctel. recuerdo muy bien esas tardes volantineras Sin ir mas lejos las he retomado, provocándome un evocativo placer de muchacho. El volantín no ha muerto viejo sigue ahí, hay cosas con las que una ley no puede. Entiendo el peligro que representa para los niños incluso a los adultos una irresponsable manipulación del hilo cortante.
El volantín sigue y seguirá ahí, de echo puedes darte una vuelta por el antiguo cruce este sábado o domingo y veras mas de trescientos
de ellos elevados al unísono cortando el cielo en todas direcciones.
Ahora sobre tu Profesor de infancia creo que le conozco, es el dueño de los
Halcones, un respetable club de competición con domicilio cerca de
Las torres el final de un pasaje.
volantu
hermano el volantinismo jamas morira aunque prohibido el hilo, 1 igual tiene contactos y se consigueelevar es lo mas bkn la emocion de echar 1 comic cuando te vas al alargue con miles de llardas y finalmente lo cortas biene 1 satisfaccion y alegria para mi es emocionante yo elevaria toda mi vida...
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