Ya casi no podía vivir ni un instante sin literatura…los amigos le decían ¡que bello! y el contestaba no… al contrario, es una enfermedad…(que Kafka temía mas que a su tuberculosis) -Publica algo entonces…¡pero qué acto más ajeno le era el publicar! (las patéticas ferias de libros le daban la razón), por ejemplo, como le explicaríamos a Homero lo que es publicar….el solo entendería lo que es la inmortalidad… …Los griegos solo querían la inmortalidad y esta supera a la palabra impresa (muy tarde se ordeno transcribir la Ilíada, cuando el mito ya era fuerte y la palabra escrita en los rollos era una mala sombra) …pero lo terrible, al igual que estar enfermo de literatura, es que nadie domina su propia inmortalidad… sencillo: lo más probable es que no la tendremos y los afortunados que la obtengan no gozarán ningún poder sobre ella…Hay que entregarse a ese maravilloso caos sobre la propia imagen en el futuro, ya que los mitos se hacen en conjunto…Homero es un símbolo y una intención moderna de monopolizar una mentalidad extensa, de fijar algo salvaje, de traicionar la oralidad de la vida…
“Bartleboom tiene treinta y ocho años. Él cree que en alguna parte, por el mundo, encontrará algún día a una mujer que, desde siempre, es su mujer. De vez en cuando lamenta que el destino se obstine en hacerle esperar con obstinación tan descortés, pero con el tiempo ha aprendido a pensar en el asunto con gran serenidad. Casi cada día, desde hace ya años, toma la pluma y le escribe. No tiene nombre y no tiene señas para poner en los sobres pero tiene una vida que contar. Y ¿a quién sino a ella? Él cree que cuando se encuentren será hermoso depositar en su regazo una caja de caoba repleta de cartas y decirle -Te esperaba.
Ella abrirá la caja y lentamente, cuando quiera, leerá las cartas una a una y retrocediendo por un kilométrico hilo de tinta azul recobrará los años -los días, los instantes- que ese hombre, incluso antes de conocerla, ya le había regalado. O tal vez, más sencillamente, volcará la caja y atónita ante aquella divertida nevada de cartas, sonreirá diciéndole a ese hombre -Tú estás loco. Y lo amará para siempre…” (Alessandro Baricco. Océano mar)
Todos los días abordaba un tema nuevo consigo mismo…y este no era exclusivamente intelectual sino que esta novedad se refería a pequeños gestos auxiliares de la vida …como caminar por una nueva calle, como mirar los edificios …como interpretar la fuga de algunos pájaros de su barrio…en suma quería un simple gesto: subrayar el extraordinario hecho de que había amanecido un día mas con vida…y eso era todo el misterio…la vida normal, si no se le motivaba, se construía de pasar por encima de todos estos pequeños gestos, pisarlos, olvidarlos, humillarlos… la vida cotidiana es lo menos cotidiano que pueda existir , ya que se guía por un ley milenaria...hacer lo mismo todos los días...y más aún, enamorarse de esa repetición...
En su Diario, Musil dice querer construir “un hombre sólo de citas”, “entes compuestos de reminiscencias de los cuales no son conscientes”...¿no empezamos su construcción ya?
“Toda persona que nos hace sufrir puede relacionarse con una divinidad de la cual no es sino un reflejo fragmentario y el último grado, divinidad (Idea) cuya contemplación nos procura al instante un goce en lugar del dolor que sentíamos. Todo el arte de vivir no consiste sino en servirnos de las personas que nos hacen sufrir como de un grado que nos permite acceder a su forma divina y poblar así gozosamente nuestra vida de divinidades…” (Marcel Proust. El tiempo recobrado)
En una playa solitaria , una mujer me pregunto un día con cierta melancolía porque acababa ahí el mar siendo tan inmenso...no podía creer que tuviese un fin y nosotros ahí parados en el, desafiándolo...no sé le dije- no sé por qué acaba el mar acá y no sigue expandiéndose hasta el infinito...su cara de melancolía no cambió, se profundizó...y ahora tras muchos años recién entiendo su pregunta…yo mismo le desafiaba con mi presencia a que su ser se agotase en mi, ella no quería detenerse…quería imaginarse como un mar que no tuviese orillas…no soportaba que algo tan inmenso se volviese de pronto insignificante… que yo fuese su límite…
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