jueves, 10 de septiembre de 2009

iconología



Faz de Cristo, icono ruso del sc. XII.







Detalle del Toter Christus (Cristo muerto) de Hans Holbein (1521-1522)




“¡Este cuadro! ¡...este cuadro! ¿Pero no sabes que al mirarlo un creyente puede perder la fe?” ("El idiota", Dostoievski)




Para mi Cristo en la cruz no significa nada, no quiero ningún contacto humano. Puede ser un personaje histórico tan particular como Vercigetorix el barbudo galo enemigo de Cesar pero Dios y lo místico debe desprenderse del suplicio de la imagen . Los cristianos ortodoxos como los budistas están ajenos a ese martirio gratuito del cuerpo. Cuando Dostoievski mira , en una visita a un museo de Basilea, un cuadro de Holbein, “El Cristo muerto” le falta la respiración, se ahoga, le dan claros síntomas de sufrir un ataque de epilepsia, un Cristo así “puede hacer perder la fe”. El cristiano ortodoxo ve en el icono ruso (su Cristo) solo la imagen de un Cristo triunfante, resucitado y esplendoroso. Al igual que el budista, que rechaza el martirio corporal del camino extremo de ese primer buda, famélico e inexperto en los asuntos de la meditación y que lleva su ayuno al límite. Para los tibetanos el camino debe ser el de al medio. Mahayana. Para los rusos el Cristo debe ser triunfante, tener oro en vez de sangre.

Volvamos a la imagen de un Cristo lleno de llagas descendiendo de la cruz. Como un animal recién cazado. Llegamos tarde para celebrar a la razón. Pero también llegamos tarde para celebrar el martirio.

Por eso me es tan familiar el pueblo ruso, tiene mi espíritu. Campesino hambriento y sufriente, pero artista y espiritual hasta su médula.

Nikos Kazantzakis lo describe con maestría : “El europeo coloca por encima de todo la inteligencia límpida, sumisa a la escala racional de los valores, el ruso coloca por encima de todo el alma, fuerza tenebrosa, rica, compleja, contradictoria, que impulsa al hombre, más allá de la razón, a la pasión violenta e irreflexiva. El ruso forma aún parte de la tierra, está lleno de tierra y de tinieblas cosmogónicas”

Un cuerpo en llagas sólo me horroriza. ¿Y los Cristos coloniales? Los primeros que vi de niño en los museos de mi ciudad ¿no eran el símbolo perfecto de un recargado barroco, lleno de sangre de la contrarreforma? Los indígenas americanos sin temor a los ríos de sangre abrazaron a ese Cristo. No se sorprendieron de sus llagas, de sus contusiones, la sangre coagulada, la piel amarilla y famélica.

Todo el símbolo del Cristo occidental se opone a la serenidad del buda en su lecho, en la cálida y relajada pose del león, como también se opone a esos iconos rusos donde Cristo se eleva entre el dorado fondo para tranquilizarnos.

¿Hay que ver las llagas y las contusiones para apoderarse de la imagen? ¿O solo nos quedamos con el Cristo tras su lucha espiritual?, el icono ruso resucitado. Tranquilo. Y ese pobre hombre ahí pudriéndose no tomó la pluma ni tampoco se dejo retratar, ¿como es que uno entonces pueda considerarse occidental? Uno no ama ninguna de las dos imágenes. Por que uno solamente se concentra en no pensarlos, en no imaginarlos. Ambos Cristos demandan una parte del mundo, para mí la paz y las llagas no aclaran nada.






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