"El cine, dijo André Bazin, sustituye nuestra mirada por un mundo más en armonía con nuestros deseos. El desprecio es la historia de ese mundo".(Jean-Luc Godard . El Desprecio. 1963)
"Me decía que, cuando leía a un escritor, siempre se sentía afectado solamente por frases breves, con las cuales enlazaba él sus propios pensamientos; y que, sobre las columnas que así se le ofrecían, ponía un nuevo edificio".( Relato de Franz Overbeck sobre Nietzsche. En Rüdiger Safranski : "Nietzsche. Biografía de su pensamiento")
Un hombre que crea que su “individualidad” pueda ser eterna, interminable, lógicamente necesitará de un dios que prolongue ese curioso deseo, un dios exigente pero que al final sea “útil”. Por el contrario el que reflexione sobre lo problemático de la individualidad, de que exista un yo, no exigirá nada de nadie, y por lo tanto dejara a Dios como verdaderamente se podría “concebir”: innombrable, indiferente, inútil... es decir, en silencio.
¿Un científico de "elite" puede ser un idiota?, ¿Por qué no? , la maravillosa y generosa máquina humana da cabida y plena convivencia a la estupidez y a la inteligencia más refinada...
Existe una racionalidad precisa en el pedir: es decir yo rezo algo A para conseguir B, pero sus resultados son ambiguos, si no se consigue B es por una razón misteriosa pero siempre justificada, si se consigue, es un milagro y aún mas se justifica el rezo A. El rezo A consiga o no consiga resultados será justificado no por el éxito de su acto, sino para tener una sensación de protección. Es imposible entablar una crítica a un proceso ilógico. Más allá del éxito del acto de rezar lo que se busca es un rito protector.
Amo lo que me pone en peligro no lo que me afianza, llevar una verdad toda la vida es la cosa más abominable y horrorosa que se pueda pedir, se transforma en un lastre al final, una droga que quiere contaminar a otros, hay que constantemente apostar todo lo que se ha ganado con la suficiente valentía de saber que se puede perder todo en cualquier momento, “la verdad” es eso, ese camino en constante peligro, la fuerza que surge del choque de cuerpos…
A romper la creencia “filosófica” de una esencia, uno es la suma de su pasado, virtualidades de espejos que detonan en un acontecimiento actual. Sumen los espejos de la escena final de la dama de Shanghai de Welles o del ciudadano Kane y establezcan un punto en el acontecimiento, el "ya ahí". Eso es el hombre, ¿cuántas de mis virtualidades andan jugando por el tiempo? El loco, el cuerdo, el buen amante, el mal amante, el triste, el alegre , el imbécil, el extraño, etc. Piensen en el espejo final de La dama de Shanghai, y “ahora” surge el que habla , como actualización de esas virtualidades. Somos imágenes, fuerzas que chocamos unas contra otras , potencias que se enfrascan en decisiones , afectos. Somos imagen- tiempo y el cine lo explica mejor. Una imagen muestra más que mil libros.
“..El pasado enriquecía, y la experiencia, y el haber querido a una o dos personas, al igual que el haber adquirido la capacidad, de la que carecen los jóvenes, de seguir atajos, de hacer lo que a uno le gusta, sin importarle a uno un comino lo que la gente diga, e ir y venir sin grandes esperanzas…” (Virginia Woolf . La Señora Dalloway)
“Yo abogo por relaciones moleculares con los autores que leen. Encuentren lo que les gusta, no pasen jamás un segundo criticando algo o a alguien. Nunca, nunca, nunca critiquen. Y si los critican a ustedes, digan: «De acuerdo» y sigan, no hay nada que hacer. Encuentren sus moléculas. Si no las encuentran, ni siquiera pueden leer. Leer es eso, es encontrar vuestras propias moléculas. Están en los libros. Vuestras moléculas cerebrales están en los libros, y es preciso que encuentren esos libros. Yo creo que nada es más triste en los jóvenes en principio dotados que envejecer sin haber encontrado los libros que verdaderamente hubieran amado. Y generalmente no encontrar los libros que uno ama, o no amar finalmente ninguno, da un temperamento... y de golpe uno se hace el sabio sobre todos los libros. Es una cosa rara. Nos volvemos amargos. Ustedes conocen la especie de amargura de ese intelectual que se venga contra los autores por no haber sabido encontrar a aquellos que amaba... el aire de superioridad que tiene a fuerza de ser tonto. Todo eso es muy enojoso. Es preciso que, en última instancia, sólo tengan relación con lo que aman”. (Gilles Deleuze. "En medio de Spinoza")
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