Rembrandt "Jeremías lamenta la destrucción de Jerusalén" (1630)
El mundo no se especula. La compasión también se agota. ¿Y cuando el compadecido ya no es digno? ¿De que sirvió compadecerlo? , y es peligroso además, que fruto de esa compasión surja una historia, ella no podrá agotarse , se defenderá de cualquier modo para exaltar y mantener ese sentimiento.
El mundo no es descrito, es explicado, por eso es imposible.
Un pueblo que vivió muchos siglos de la misericordia indiscutiblemente terminara dominando. Los “sabios” han ocupado el sacerdocio como fábrica de valores, que mientras se estimen absolutos tendrán asegurado un cupo eterno en nuestra memoria, que sólo sabe compadecer y olvida lo más importante: “olvidar”
Pensando en este gran problema no hay más guarida que la lucidez de los moralistas franceses. ¿Soy un moralista? , desde luego, todos mis escritos son deudores de esos grandes franceses que olían a la sociedad como un sabueso autorizado. Nietzsche también juega con su admiración hacia ellos cuando se declara “inmoralita”. Pero en los franceses no se ve la moralidad como un sacerdote que regula y censura a la sociedad, sino como un observador de costumbres (mores), un poeta social, que no necesita interminables tratados para describir la decadencia de su siglo, sino le basta un par de máximas, aforismos o cualquier frase fragmentaria para clavar la flecha en lo absoluto, extrayéndole la mayor cantidad de carne posible. Sueña un absoluto desnudo.
“La humildad, no es a menudo, más que una sumisión fingida y asumida para someter a otros, un artificio de la arrogancia, que se rebaja para luego alzarse...” (La Rochefoucauld, Máximas)
“Cuanto mas reluce la obra, mas sustraigo de su valor moral, por la sospecha que en mí despierta de que haya sido expuesta más por lucimiento que por bondad : los bienes que se exponen se encuentran ya a medio camino de ser vendidos.” (Montaigne, Ensayos)
“Nuestros enemigos están mas cerca de la verdad en la opinión que se hacen de nosotros de lo que estamos nosotros mismos.” (La Rochefoucauld, Máximas)
“[Incluso los filósofos que escriben en contra de la vanidad] quieren gozar del prestigio de haber escrito bien, quienes los leen quieren el prestigio de haberlos leído y puede que yo, que escribo esto, quiera la misma cosa...” (Pascal, Pensamientos)
¡Qué difícil es estar contento de alguien! (Jean de la Bruyère, Los carácteres o las costumbres de este siglo)
.
.
1 comentario:
Me ha gustado mucho éste blog. Los análisis que haces son bastante profundos y digeribles, incluso hay ocasiones que gusta tanto una frase que volvemos a ella. Pasearé por aquí. Y ¡salud! ya es viernes.
Publicar un comentario