Agosto 21
Me deprimo en la cotidianidad pero sin ella uno no es nadie.
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He comprendido la mecánica del universo ¿y ahora que?
En torno a Galileo igual me duermo.
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Mi grandes maestros climáticos solo me hicieron cosquillas, yo sólo fui el que encendió el fuego , como un Prometeo circular , arrebato el fuego y a la vez yo mismo me torturo por ello. Soy un Dios, una tripa y un buitre.
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En mis sueños siempre alguien me pega balazos, además juego pool con Ortega y Gasset y le pago el 15 el sonríe y sin pensarlo dos veces la embucha.
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En el barrio hay expertos en discusiones sobre el bien y el mal, me han olfateado y me buscan conversación, por la mañana cuando barro la vereda. Yo escucho callado mientras miro los gorriones.
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Acorto camino por la entrada lateral de la Iglesia de la Merced y salgo rápido por atrás, una señora lo nota y me pone mala cara. Ella no sabe que cargo con un Cristo ortodoxo en mis hombros y que lo dejo por un lapsus ya cansado en Alameda con San Antonio, enfrente de Almacenes Paris. Pinto como el monje ruso Andrei Rublev un icono en madera , pero en vez de Cristo es Brian Jones.
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Leo los diarios de Cesare Pavese en el centro y me dan ganas irrefrenables de tomarme una pilsener.
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“Todos los hombres tienen un cáncer que los roe, un excremento diario, un mal a plazo fijo: su insatisfacción; el punto de choque entre su ser real, esquelético, y la infinita complejidad de la vida y todos tarde o temprano lo advierten. En cada uno habrá que indagar, imaginar, el lento advertirlo o el fulmíneo intuir. Casi todos -parece- rastrean en la infancia los signos del horror adulto. Indagar en este vivero de descubrimientos retrospectivos, de pavores, en este angustioso hallarse prefigurados en gestos y palabras irreparables de la infancia. Las Florecillas del Diablo. Contemplar sin tregua este horror: lo que ha sido, será”. (Cesare Pavese “El oficio de vivir”)
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Unos jóvenes rubios ofrecen con un letrero abrazos en el centro, como la moda que corre en el mundo, quieren cambiarlo, dar esperanza ¿Qué diría Lenin aparte de putearlos?
El maquillaje burgués sentimentalista no cambia las estructuras.
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“Sacerdotes, profesores, maestros, os engañais al entregarme a la justicia. Nunca perteneceré a este pueblo. Nunca he sido cristiano, pertenezco a la raza que cantaba en el suplicio, no comprendo las leyes, no tengo sentido moral, soy un bruto…” (Arthur Rimbaud , Une Saison en Enfer)
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El verbo “culear” reemplaza hoy al “cantar” en el poema
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“Me parecía que algo faltaba a la divinidad en tanto no hubiera nada que oponerle” (“Prometeo en el Cáucaso”, de Luciano citado por Camus en “El Verano”)
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Veo a Jorge Teillier en la belleza de pensar y lloro
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El viejito del camión que nos cambio de casa: ¿Tiene frío?, Yo miro el cielo más azul que nunca y al sol ardiendo y le digo un no confundido. –A que bueno- responde, por que es complicado moverlos. Después sabría que en Viña del Mar a los refrigeradores le dicen Frío.
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“Si la Naturaleza nos ha destinado a estar sanos, casi me atrevo a asegurar que el estado de reflexión es un estado “contra natura” y que el hombre que medita es un animal depravado” (Jean-Jacques Rousseau, “Discurso sobre el origen de la desigualdad entre los hombres”)
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