sábado, 27 de diciembre de 2014

Diario




No conozco otro libro que comience con tanta fuerza. Que muestre evidencia tan clara de que inaugura una época: la nuestra. La época de la venta artística de nuestra intimidad.







Horadar los cimientos de la cultura actual, decadente, ridiculizándola a cada momento. ¿Se puede derrumbar un puente de hierro fétido e inservible sólo meando en sus cimientos? No, pero uno se siente bien...
Un amigo un día me dijo: “la gente sólo quiere lo que suma”... Y es por esto que la buena literatura decae: hoy es el tiempo de la literatura que “suma”, que impulsa algo positivo en sus vidas, ya sea una buena dieta , un conocimiento técnico de cómo sobrevivir en un bosque, un mejoramiento de la vida sexual en el matrimonio, viajes mágicos con dragones que iluminan la imaginación del escolar, o una historia romántica para enfrentar un cáncer con esperanza.

La literatura verdadera no suma: horada, mea bajo los puentes, oxida. Leer los Zibaldone de Leopardi hace sudar; las Memorias del subsuelo de Dostoyevski aceleran el corazón (un día le pregunté a Armando Uribe sobre ese libro y él, muy amable y simpático, me respondió: “leí ese libro a los dieciséis años y no pude releerlo jamás“); Los siete locos de Roberto Arlt provoca una pequeña náusea; los diarios novelados de Mario Levrero dan una sensación de hormigueo en las piernas; una biografía de Kleist menoscaba el ánimo; Céline... para qué hablar. Y así, podríamos cansarnos de enumerar tanta decadencia.
Los jóvenes salvajes de Alemania de la época malinterpretaron a Werther, o lo entendieron demasiado bien: tras leerlo, se mataron en manadas. Hace poco se produjo un bonito e inútil debate académico que proponía la siguiente hipótesis: si Goethe hubiese sabido que, tras escribir Werther, cientos de jóvenes se suicidarían mímicamente por leer la obra, ¿hubiese evitado escribirla?

Y usted, ¿le dejaría leer a sus hijos esta literatura? No del tipo maldito, porque maldito no es una tipificación, porque toda literatura de peso es maldita en el sentido que socava con fuerza y dolor el mundo contemporáneo en el que surge... diga, ¿les dejaría?

En literatura nada suma ni mejora, todo hiere... y ataca.

¿Se puede detener a los Goethe actuales que anticipan los suicidios del futuro? Aún estamos a tiempo... Aunque quizás ya ni siquiera existan. Nadie se matará en adelante por un simple libro. Todo escrito se acomodará al mundo con exquisita ternura . Todo sumará...







El amor, de la religión del amor, una y otra vez excomulgado por su falta de fe.
La soledad matutina, el suspiro mirando al aire, los reproches de su mujer imaginaria, la gente triste que se cruza. Una cita de Bolaño que da el ánimo suficiente para prepararse una taza de té. Y nada más.
"De lo perdido, de lo irremediablemente perdido, sólo deseo recuperar la disponibilidad cotidiana de mi escritura...”






Cuando no había adjetivos profundos para describir una de esas hermosas mañanas de la nueva ciudad donde vivían y se estaban amando, él le decía a ella –“Esta mañana se parece al solo de trompeta en medio de la canción Penny Lane”. Y ella que no era gran fans de la música y consideraba a los Beatles sólo como una buena banda que se escuchaba en la radio, se enamoró de ellos hasta comprar todos sus discos.
Ya no están juntos. Las relaciones de amor no son “materiales”, no se derrumban pesadamente como los edificios, son livianas y aéreas, como ideas o solos musicales, por ende se suspenden en el aire, eternamente dolorosas...





"Nunca se les vio reír: Jesús / Torquato Tasso / Charles Fourier / Walt Whitman / Otto Weininger / H.P. Lovecraft / Buster Keaton..." (Carlos Edmundo de Ory. "Los aerolitos")






Notas a la lectura de la “Vida de Henry Brulard”
-Stendhal no tiene misericordia consigo mismo, no es que no se quiera, al contrario, se quiere tanto que no le importa contar como sus congéneres hablan mal de él , pero en la mayoría de los casos no se defiende , lo muestra y sigue narrando. He hecho muchas buenas amistades confiando en los que padecen ese síndrome de Stendhal. Se atacan, cuando es necesario, sin miramientos a si mismos. Atacar al otro denota en muchos casos falta de mundo. El peor y más farsante abogado de sí mismo es uno, así que sin defensa posible, mejor es jugar al acusador de nuestro yo , resulta más literario fresco y honesto. Hoy se ven pocos caracteres así.
-Al parecer Stendhal no es un hombre seguro, la pregunta que siempre se repite a sí mismo : ¿seré inteligente, seré tonto, seré bueno , malo? Dicha pregunta nunca lo deja en paz. No le angustia, más bien le entusiasma en encontrar una respuesta que sabe que nunca obtendrá (ni ninguno de nosotros por lo demás )
- Con respecto al amor es de la escuela de Ovidio, la del amor como milicia , reconoce victorias y derrotas en sus amoríos , (retrato que muy pocos contemporáneos podrían jamás atreverse a catalogar así, por eso sufren heridas inarrables por ende irrecuperables) Aunque reconoce que sus victorias no le proporcionaron ni la mitad del placer que les dieron sus derrotas.
- Enumera a sus amantes, con fecha y un rigor estadístico digno de un sociólogo. Estuvo por ejemplo con Matilde Dembowski desde 1818 a 1824 , dice que después de su abandono aun no está curado y la historia la cuenta en 1833, es decir casi 9 años de mal de amor (estoy convencido que esos largos periodos de enfermedad de amor, si es que los síntomas se observan bien, pueden forjar a lo menos un correcto escritor más que cualquier taller literario)
-Quiere escribir su vida, cuenta el momento exacto cuando le surgió la idea (en general en todos sus escritos cuenta su vida y parece que no tuviese otro objetivo que el mismo, aunque lo disfrace.) Esto irritó a muchos críticos del siglo XX. Yo soy mi física y metafísica dice Montaigne , así mismo nuestro Beyle , que tiene más correrías que el encierro bibliotecario de Montaigne y siempre habla más de la cuenta ¿quién no? , a veces teme. Con respecto a escribir su vida dice :
“Esta idea me entusiasmó. Sí, pero ¿y esa espantosa cantidad de yo y de mi? Habrá los suficientes como para poner de mal humor al lector más benévolo…”
- Cuando va a cumplir los cincuenta lo escribe abreviado en la parte interna de su cinturón ¡Quién hace eso por dios! ¿Y con qué objetivo? . Lo hace porque tiene un fantástico ensimismamiento, es decir creo que todas esas excentricidades provienen de un alma que nunca está completamente fuera de un texto. No está afuera del texto pero nunca se siente prisionero. Su mundo ideal explica, donde se siente más a gusto es en “una tertulia de ocho o diez personas, en la cual todas las mujeres presentes han tenido amantes, en la que se mantiene una conversación divertida y salpicada de anécdotas, y en la que a las doce y media se sirve un ponche liviano…”
Hay algo demasiado sugestivo en un hombre que se bombardea a si mismo sin caer en una falsa modestia, con una honestidad agobiante (una honestidad muy bien pensada, que hace creer que tiene más de una) Stendhal pertenece a esos espíritus delicados que anteponen la dignidad estilística de la narración a la humildad, a las mujeres y sus penas, a la batalla, a la revolución, a la falsa corrección burguesa. Verdaderos aristócratas como ya es imposible apreciarlos y aguantarlos. A su funeral asistieron tres personas.
Y cierro estas primeras impresiones con este extracto notable:
“A decir verdad, no me siento nada seguro de tener el menor talento para que me lean. Ocurre simplemente que algunas veces me place sobremanera escribir.
Si existe otro mundo, no dejaré de ir a ver a Montesquieu, y si me dice: “Pobre amigo, no ha tenido usted un ápice de talento”, me causaría enojo, pero en absoluto sorpresa. A menudo pienso ¿Qué ojo puede verse a sí mismo?...”







De nuevo he retomado mi amor por los libros abandonada por mucho tiempo, pero ahora sé (paradójicamente gracias a los mismos libros) que el ansia de saber no respondería a una virtud ni a una potencialidad intelectual del que la posee, sino simplemente a represiones libidinales.
Entonces el saber deberá soportar que su deseo es pulsional y no voluntario, que el arrojo al estudio de cualquier cosa responde a oscuras luchas internas. No habrá orgullo entonces en esta empresa sino síntoma, no habrá beneficio sino una nueva erosión psíquica...Todo lo que pasa en nuestro mundo es un ajuste de cuentas con el niño inmemorial que cargamos en nosotros mismos…No debería existir entonces una “vanidad” de saber, sino un "padecimiento" de algo perpetuamente inconcluso…
"Atrévete a saber" dice Kant en el optimista siglo XVIII , "Atrévete a proyectar tu síntoma" respondería el pesimista del siglo XXI…





De nuevo he retomado mi amor por los libros abandonada por mucho tiempo, pero ahora sé (paradójicamente gracias a los mismos libros) que el ansia de saber no respondería a una virtud ni a una potencialidad intelectual del que la posee, sino simplemente a represiones libidinales.
Entonces el saber deberá soportar que su deseo es pulsional y no voluntario, que el arrojo al estudio de cualquier cosa responde a oscuras luchas internas. No habrá orgullo entonces en esta empresa sino síntoma, no habrá beneficio sino una nueva erosión psíquica...Todo lo que pasa en nuestro mundo es un ajuste de cuentas con el niño inmemorial que cargamos en nosotros mismos…No debería existir entonces una “vanidad” de saber, sino un "padecimiento" de algo perpetuamente inconcluso…
"Atrévete a saber" dice Kant en el optimista siglo XVIII , "Atrévete a proyectar tu síntoma" respondería el pesimista del siglo XXI…






No es compatible hoy la lectura y el aseo profundo de un departamento, por pequeño que sea, no existen lectores de 12 horas. Ni mucho menos escritores de tal tiempo. O se hace la cotidianidad o la contemplación. La metáfora de María y Marta en el evangelio de Lucas , Jesús aprobó a la mujer que escuchaba el mensaje y reprimió a la que salió atenderle y se compungía con los quehaceres del hogar . Se prefirió a la floja. A la poco amable. A la teórica en vez de la práctica. . Hoy no se puede, hay que hacer las cosas. Las cosas y después Jesús. .
Leer fragmentitos de libros, de personas, de paisajes, miles de migajas de realidad que se hacen en jornadas que nunca alcanzan. Y después entremezclar cada imagen espiritual, meterla en una gran tómbola maníaca y de ahí intentar sacar una cavilación...
Somos hijos de Marta. No fuimos criados entre mujeres teóricas sino amables...






La figura del rey en la antigüedad surge como un poder indispensable, consagratorio. Hoy no tiene ningún sentido. El rito queda vacío. Entonces es necesario derrocarlo. Lo mismo la navidad, el rito vacío solo empodera lo que se debe derrocar.
Si no podemos vencer un rito abulico y nos sumamos a el para solo dinamizar la economía del consumo, hay que olvidarse de intentar siquiera derrocar los ritos cruciales. La estructura del Estado por ejemplo...





"Como si fuese pureza lo que hay en el fondo de la naturaleza de un escritor. ¡Que el cielo proteja a semejante escritor! Como si Joyce no hubiera husmeado inmundamente en las bragas de Nora, como si Svidrigailov nunca susurrara en el alma de Dostoievski. El capricho es lo que hay en el fondo de la naturaleza de un escritor, exploraciones, fijaciones, aislamiento, malignidad, fetichismo, austeridad, frivolidad, perplejidad, infantilismo, etcétera. La nariz en la costura de la prenda interior... ésa es la naturaleza de la vida del escritor. Impureza..." (Philip Roth. “Engaño”)





Solo necesitamos estar en vitrina, los hombres no sabemos amar, desarraigados del útero materno, comienza la vagancia y la nostalgia de la seguridad del origen, a esto le llaman vida. La perversidad del hombre solo consiste en algo simple: gozar y ser admirado. Habrán algunos que se feminicen , por estrategia o desesperación, que quieran dar , pero como contrarían a su naturaleza , ese dar les causa malestar , es un trabajo.
Quizás solo el budismo ayudaría. Pero no está en nuestro ADN. Somos occidentales, no entra. No puede entrar ese tipo de conciencia. Estamos condenados a sufrir, cosa necesaria, pero lo peor es a hacer sufrir, y este último es el infierno. No es la tradicional imagen del infierno de Dante donde uno era la víctima, el infierno moderno consiste en que uno es el verdugo. Uno hace sufrir en total impunidad y con eso está pagando





Uno aspira ya a tan poquitas cosas, como hoy al sentirse agasajado al ver a una mujer en el metro, hermosísima, leyendo a Simon Weil. Me sentí fascinado, más que por el fetichismo del libro y la lectura misma (cosas secundarias) , fascinado de imaginar su voluntad, de la voluntad que tuvo de ir a esos los libros, ese inquietud misteriosa que surge previo a todo amor, ese motor que ignoro como revoluciona pero intuyo bello ¿Como amará? ¿Cuál será su historia? ¿Como Simone Weil irá avanzando hacia el fondo de sus penas? ¿Cómo se salvará de sus precipicios?
Cuando el comienzo del amor era pura curiosidad y hacía sentir bien a todo el cuerpo ¡qué bien se apreciaba el mundo! Cuando uno se convierte por completo en un motor de una maquinaria más grande que desconoce. ¡Qué indispensable es todo! : La huida , la ternura, el rechazo.
Pero el cuerpo, orgánico todo lo quiere poseer, tenerlo cerca, para como un simple insecto, diseccionarlo, vivir grandes periodos con él para finalmente destruirlo con el hacinamiento del Yo.
Tener mujeres, tener hombres, como latifundios acumulables en beneficio de la sangre, de la herencia, de la propiedad, del ego.
Dejemos que las sensaciones surjan y mueran distantes. Olvidemos esos latifundios de la sangre y el corazón...Amparémonos agasajados en la contemplación, pero siempre solos... Dejemos que todo huya...
“La distancia es el alma de la belleza”...escribió Simon Weil...Aprender eso...





Viendo Casablanca una vez más, ahí está todo: El amor, la política, la nación, el poder de su siglo. Todo representado en un simple bar.(beben durante toda la película )
"Una mujer te hirió y te vengas del mundo" le dice Ingrid Bergman a Humphrey Bogart.
Pero contra toda evidencia, al final el amor no triunfa sobre la virtud.
Casablanca no es una película romántica sino política y por eso cuesta soportarla bien..
La causa aplasta el romance...
Superticiones del siglo XX....







Por la noche traspaso páginas completas de un libro de Karl Ove Knausgård, ya que lamentablemente no están en internet. Cuando termino no me inquieta escribir por mí mismo, sino transcribir esto lo más rápido posible, como si fuera una tarea escolar pendiente en los tiempos cuando los padres, siempre amenazantes, golpeaban con todo derecho a sus hijos . Siempre me invento un padre amenazante, y hoy ese padre es la estupidez.
Cuando termino con mis ojos totalmente exhaustos, me pregunto ¿por qué lo hago? la respuesta siempre es ingenua: Quiero que la gente lo lea, aunque sea un trozo, y si no es aquí donde, el libro cuesta mas de $20000 pesos, dinero que sirve para comer (sobrevivir) cuatro días . En la tarde había pasado por enfrente de la librería Antártica. Me acuerdo de su local en Viña del mar, me encantaba, a pesar de ser una librería de mall, tenia realmente buenos libros, ordenados, hermosos, siempre sorprendentes, vendedores amables y dispuestos, compré allí obras difíciles de encontrar en cualquier librería, incluso las especializadas. Ayer pasé por la sucursal de calle Agustinas y vi la vitrina ya preparada para la navidad. En simples palabras : pura mierda, alguien debe decirlo y no aceptar con la cabeza gacha el evangelio de estos tiempos abúlicos y liberales donde impera esa máxima “cada cual haga lo que quiera” , eso también denota que cada cual “lea lo que quiera” , pero ese “lo que quiera” no existe, por que el lector de esta época en el fondo no lee lo que quiere, sino lee lo que esta época vacía, inconscientemente le ha obligado y hoy para el gran público la propuesta es demasiado humilde: sagas, best sellers , libros de autoayuda por doquier, ordenados como una camisa, o un juguete de acción , con una plataforma de cartón que lo yergue como la ultima pelota de la FIFA, con una banalidad abismante, con un peso histórico deprimente.
Repletan la vitrina de una librería otrora interesante, puras alfombras chinas que pasan por persa, un McDonald’s mas, una afrenta a los grandes escritores que como la sal de los supermercados se ven arrinconados en la última y horrible vitrina del fondo, cerca del baño.
Por otro lado “la lectura independiente” está lleno de jovenzuelos dueños de la pólvora, esforzándose por acrecentar su marginalidad, armados con su pequeño ingenio malcriado, sin reflexión , sin historia, solo con su propio, rebelde y maloliente ombligo, que podría resultar, claro, pero si lo hubiesen cultivado , imprimiéndole aunque sea un poco de disciplina monacal con buenas lecturas. Pero no, ya no leyeron ni tampoco lo harán. Solo han esparcido su jabón de la adolescencia que no enjuaga muy bien y pretenden que su liviandad cultural (casi siempre humorística) nos sirva para sublimar la cultura de nuestro pueblo...
Y eso me da rabia y me hace quedar hasta tarde con la misión de transcribir estas páginas y sentirme ridículo tal como ese hombrecito evangélico que grita en plena plaza de la ciudad y todo el mundo lo cree loco y lo peor, casi como un favor, hasta lo escuchan...
No tengo ningún consejo, ni que dar ni que recibir, porque aunque me esfuerce no puedo creer en ninguno, solo puedo decir siempre lo mismo: que el dolor llega sin ninguna intención, fuerte en tanto ciego, hace su trabajo y luego se marcha. Se marcha aunque por un pequeño tiempo, y luego arremete nuevamente, a veces más enérgico, como para dispensar cualquier esperanza sembrada en el tiempo de calma. Tal como la ola de una marea alta en la rompiente de una playa deshabitada, golpea absurdamente los cuerpos, la resistencia que no conoce. No hay razón ni sentido en ese vaivén interminable. Algunos creerán que pueden sacar enseñanzas de él, se engrandecerán- según sus palabras-, con la experiencia, pero lo hacen como pueden sacar enseñanzas de cualquier cosa: un tarot, una runa, una nube, un coito mal ejecutado. Pero en suma no hay enseñanzas, solo esperar el vaivén eterno. No hay nada que hacer. A menos que uno se fabrique un sentido, una religión, una pasión infantil, que aplace ese vaivén y lo desplace mentalmente a un futuro tranquilizador, a una culminación histórica , a un éxtasis creativo: un cielo, un piano, una mujer. Es irrelevante que este mecanismo sea falso o no. En el fondo no es una fe, ni un arte, ni un amor, me atrevería a pensar que es un ejercicio mental poderoso, sumamente materialista. El ansia de que el dolor cese eternamente en el cerebro de un hombre, se podría sondear hasta con un scanner. La creencia de que la historia se dirige hacia un lugar mejor, se podría demostrar con largos e incomprensibles ejercicios lógicos, que intentan señalar pero nunca tranquilizar al individuo visto uno a uno, que lucha a diario con el dragón imbatible de la abstracción.
Dentro de ese desolador panorama, ya casi sin pedirlo, el universo hace un guiño, una ofrenda inconsciente y evolutiva: la Palabra. La palabra surge no como una fe, ni como un arte, ni un amor, sino como algo extraño, musical, absolutamente mundano, suma de esas tres desesperaciones. Por supuesto que el dolor no cesa con la palabra, pero al menos se inquieta ante la narración de su daño.
La narración del daño mundano, que puede adquirir caracteres épicos, metafísicos, sublimes, es algo que está fuera del alcance del simple roído eterno del dolor. La palabra lo pervierte todo, el paraíso, el hombre, el quejido, Entonces el dolor deja de ser ciego y de pronto puede ver. No es para eliminar el dolor por que nos agasajamos con palabras siglo tras siglo, estilo tras estilo, corazón tras corazón, sino para que simplemente ese dolor por primera vez “vea”...Viendo nuestro dolor es que pudimos por primera vez narrarlo y al hacerlo, la marea, la ola, la rompiente, se hicieron asuntos humanos. Por primera vez nos pertenecieron y dejaron de ser expresiones de las tiniebla de la nada y aunque nos prometieran ya el paraíso, la eternidad, el cese del dolor, nosotros ya no podríamos diferenciarnos de él, seriamos una y la misma cosa, ya que la palabra por fin le dio luz, sentido, soporte ¡Vida!
Y si somos pacientes y no sucumbimos a las infinidades de desagracias que se avecinan y que siempre tienden a enmudecer nuestro cuerpo, quizás podamos navegar- con la ambición y la fuerza de un dios que aun no ha creado nada-, a ese mar misterioso que empuja las olas eternas del dolor y adentrarnos para buscar un sentido nuevo, iluminar el origen del conflicto, narrar otras tierras, llegar hasta las últimas consecuencias de la palabra...
“Todas las penas pueden soportarse si las ponemos en una historia o contamos una historia sobre ellas” escribe Isak Dinisen con una gracia que tranquiliza todo. Las olas que golpean por la eternidad quizás solo sean eventos alucinados en total desesperación por ser narrados...







“Solo se suicidan los optimistas”, dice Cioran y tiene mucha razón. El atentado de Pakistan lo demuestra, todos esos radicales del Islam, (los llamare así para no ensuciar la cultura musulmana) son idiotas del optimismo (en el sentido etimológico y no peyorativo del término idiota).
¿Qué han hecho durante la historia? Seguir exégesis simples y retributivas del Corán (para ser justo, como también lo han hecho muchos judíos y cristianos históricamente administrando sus premios) ¿Y qué les prometen a estos una vez establecida la yihad, la guerra santa? La inmolación en nombre de Alá da pasajes de inmediato al “Yanna “al paraíso , ¿y cómo los historiadores y comentaristas del Islam desde la edad media han descrito este paraíso?: Para muestra un botón:
“Los que teman a Alá estarán, en cambio, en lugar seguro, entre jardines y fuentes, vestidos de satén y de brocado, unos enfrente de otros. Así será. Y les daremos por esposas a huríes de grandes ojos. Pedirán allí en seguridad, toda clase de frutas”
(Corán 44: 51-55 )
Y Al-Bujari, el famoso erudito islámico del siglo IX, meditó aun más sobre las posibilidades del paraíso:
“La mínima recompensa para la gente en el Paraíso es 86.000 sirvientes y 72 huríes”
Las huríes son, según la tradición, mujeres eternamente vírgenes para el deleite personal, tambien eterno del beneficiario. Los capítulos 44 y 55 del Corán son los que generan más optimismo .
Después de semejante panorama ¿Cómo no ser un gran optimista y arrojarse a este gozoso paraíso lo más pronto posible?
Ivan Karamasov es un pesimista, no transa el boleto de entrada al paraíso por una lágrima de un niño aquí en la tierra, se inscribe así dentro de los valientes negadores del soborno del cielo. Son los verdaderos pesimistas, los que pueden hablar con todo derecho de un sólido humanismo. Los demás, los suicidas, los encausados en grandes inmolaciones personales no son más que simples devotos de un hedonismo inocente.
El suicido santo de los radicales, es un gran y puro gesto de optimismo. No lo olvidemos nunca.


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