jueves, 16 de octubre de 2008

¿Existe Rene?



El primer “atrevimiento” formal de Rene Descartes parece aparentemente sencillo aunque posee una gran carga simbólica, el “Discurso del método” fue escrito en lengua francesa: “Escribo en Francés , que es la lengua de mi país , y no en latín que es la de mis preceptores , porque espero que los que se sirven pura y simplemente de su razón natural juzgarán mejor de mis opiniones que los que sólo creen en los libros antiguos ; y en cuanto a los que unen el buen sentido con el estudio, únicos a quienes deseo como jueces , estoy seguro de que no tendrán tanta parcialidad por el latín que se nieguen a escuchar mis razones por que las expresé en lengua vulgar”.

Llega un momento que ya nada le parece digno de confianza epistemológica. Físicamente , Descartes se parece a cualquier mortal vulgar , su rostro en su más famoso retrato , el de Frans Hals, me recuerda a cualquier vecino tabernero. Sus rasgos fuertes, su estampa “dartañiana” ¿No podría ser un zapatero acaso?. Fue un pensador cuidadoso, lógico, sólo quería como muchos la verdad, más aún la certeza, entonces propone su método tras criticar todo, desde los viajeros a los historiadores. Bien lo quisieran los budistas como sistema para su clásico cuestionamiento a la realidad, pero Descartes es un perro de presa , a pesar de ser un erudito de tomo y lomo , se rebela contra lo que todos alguna vez nos hemos revelado pero con más pobres argumentos . Los saberes tradicionales, la escuela. Los grandes libros quizás. No como un escéptico barato sino creando el método que cambiaría el pensamiento filosófico, lo orientaría a la modernidad.

Descartes enarbola fuertemente la bandera del pensamiento moderno cuando logra pasar de un objetivismo “ingenuo” a un subjetivismo trascendental. En efecto, más allá del pensamiento del Renacimiento, formal y artístico por el cual occidente cree adentrarse a una modernidad, en una despedida de la fuerte raigambre teológica del medievo, Descartes supera esa empresa porque su humanismo y modernismo radica en un movimiento intelectual, revolucionario en tanto rechaza, en el sentido que lo duda, todo conocimiento recibido. Si para Aristóteles representando el pensamiento clásico, al saber se llegaba por la admiración, ahora y esto es lo que significa la empresa de la ciencia moderna, al saber, a la episteme se llegará por la duda, por la crítica.La duda eso si, no como un rechazo sino como un camino a seguir , como un methodus.

Descartes busca un criterio para juzgar las más diversa teorías, ya que desde su juventud le estaban pareciendo inútiles y desconfiaba de muchas verdades de las cuales había tomado eco. Con este simple hecho se introduce a la idea de la duda .

El conocimiento posee dos fuentes, los sentidos y lo auto elaborado. Las ideas que surgen entonces pueden ser adventicias, facticias e innatas , por eso no tiene menos verdad en palabras de Descartes “si imagino una cabra o una quimera” o sea una idea adventicia de una idea facticia. El error no se encuentra en la ideas sino en los juicios relacionados a ellas.

¿Qué nos puede dar la certeza si en lo que estamos en estos momentos es un sueño y no la obvia vigilia? Si cada vez que soñamos tomamos esa experiencia como verdadera real, porque no hay criterios validos según Descartes para diferenciar ambos estados.

Entonces Descartes toma (inventa) como actor de esa empresa del ardid un ser que se empecina en engañarlo sistemáticamente, no sólo con la realidad enfrentada, sino que más allá, y que en su afán de engaño se cuestionaran incluso hasta las matemáticas de la cuales suponemos más seguridad analítica. Surge así el denominado Genio maligno o Dios engañador. Supongamos que este ser dado su malignidad nos obligara a engañarnos sistemáticamente, que ha dispuesto nuestra naturaleza de tal modo que creemos estar en la verdad cuando realmente estamos en el error. Que invente para nuestro engaño el sol, los árboles, el mar y que estos fuesen meros inventos de este genio que nos quiere hacer creer que la realidad objetiva existe.

Entonces ¿que queda de este devastador panorama?, todo ahora se derrumba. Pero de este derrumbe algo tendrá que quedar y en efecto, claro que ese dios engañador puede derrumbar el cielo, el aire, la tierra, los árboles, pero hay algo que no podrá derrumbar, sino sacar a la luz irrefutablemente, “Yo” , mi existencia en cuanto a ser pensante, res cogitans. Dudo e ahí la clave. En tanto que dudo, incuestionablemente existe un sujeto que duda, aunque de lo que se dude no este claro. Cogito ergo sum, reza la sentencia. Cuando se suspende el juicio, cuando uno no toma partido y se queda en la “idea”, en el pensamiento, es aquí donde mi libertad es tan grande como la de Dios. En el libro IV del Discurso Descartes dice : “…considerando que todos los pensamientos que nos vienen estando despiertos pueden también ocurrírsenos durante el sueño, sin que ninguno entonces sea verdadero, resolví fingir que todas las cosas, que hasta entonces habían entrado en mi espíritu, no eran más verdaderas que las ilusiones de mis sueños. Pero advertí luego que, queriendo yo pensar, de esa suerte, que todo es falso, era necesario que yo, que lo pensaba, fuese alguna cosa; y observando que esta verdad: « pienso, luego existo» [Pienso, por lo tanto, existo] era tan firme y segura que las más extravagantes suposiciones de los escépticos no son capaces de conmoverla, juzgué que podía recibirla sin escrúpulo, como el primer principio de la filosofía que andaba buscando”.

Pareciese que tras el giro cartesiano cayéramos en un solipsismo en tanto que sólo mi contenido de conciencia posee existencia, Descartes señala que para que las ideas sean verdaderas tienen tener el criterio de claridad y distinción, en este sentido avanza hacia la próxima sustancia, hacia la perfección, la idea innata, depositada en la naturaleza de la razón, entonces procede a la confirmación de la existencia de Dios.

Descartes no rechaza a Dios pero indudablemente lo concibe ya no como un piso, como se hacía en el Medievo, sino como un horizonte. Esta demostración, y aquí radica su modernidad, va a concebirse desde el cogito.

Descartes recurre a la idea de ser perfecto, sólo en esta idea coinciden esencia y existencia. Dios como idea desde mi imperfección es una idea inmudable. Descartes ya no habla acerca de Dios, medievalmente sino desde Dios. Este es el que garantiza el pensamiento. Estas condiciones están dadas en que Dios es un ser infinito perfecto, de bondad inmensurable, pero no olvidemos que cualquier deducción con respecto a esto viene dado desde el sujeto, cualquier problema ontológico se ha de someter al pensamiento.

Como todo lo que percibimos claro y distinto es verdadero. En el hecho de no existir Dios sería limitado, habría una contradicción lógica.

Yo tengo “la idea” de perfecciones que yo no poseo, pero no tengo el poder de dármelas. Siguiendo esto tampoco puedo en virtud de lo anterior tener el poder de producirme y conservarme a mí mismo. Entonces es “otro” el que me produce y me conserva (tomando sistemas de causalidades medievales especialmente Santo Tomas). Todas estas “ideas” de perfecciones posibles que están en mí entonces están en el que me conserva y me produce. Desde el axioma que dice que el bien mueve necesariamente la voluntad, es imposible pensar que ese ser teniendo la noción de esas perfecciones y el poder de darlas no las posea .Todo lo que yo pueda concebir perfecto como idea, ese otro ser, dados los argumentos lógicos anteriores, las tiene.

Todo este edifico lógico que Descartes extiende sobre el pensamiento no es nada más que un racionalidad desde el sujeto (a pesar que deja la posibilidad de la fe en otro instante, otra dimensión superior).La idea de Dios entonces es intrínseca a mí, por su inmutabilidad. Todas las perfecciones concebibles están englobadas en Dios.

Entonces, para la demostración de la existencia de Dios Descartes complejiza aún más el argumento ontológico de San Anselmo, que en su obra “Monologion” pone a Dios como la máxima idea pensable, ya que siendo la existencia real una perfección, será más perfecto el ser existente en la realidad que otro que posea los mismos atributos pero que sólo exista mentalmente; de otro modo caeríamos en una flagrante contradicción, lo que no puede ser aceptado por la razón. Entonces finalmente la idea de existencia queda implícita en la idea de perfección, pero superando la mirada externa, pensándolo desde el nuevo edificio que marcara el pensamiento moderno, el cogito desde donde todo es percibido y donde desde ahora en adelante se puede ejercer la más infinita libertad.

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