lunes, 2 de noviembre de 2009

Diario

¡Cuanto se espera un talento!, cuanto se espera consagrar la individualidad detrás de un talento. Despojarse de todo incluso de la inteligencia, el todo o el individuo, el hecho o el principio, la razón o el sentimiento. La biografía o el paisaje. La ilustración o el Romanticismo. ¡Cuanto tiempo he estado golpeando como náufrago esas dos orillas! ¿Que hay más allá de eso? Mencionar la nada no excluye esperar de ella alguna teleología, no hay solución a nada. Los problemas metafísicos son cánceres lingüísticos.

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Si Max Brod el amigo de Kafka, le desobedeció salvando sus manuscritos en lugar de destruirlos, yo también necesito un amigo que me desobedezca, es decir, que queme mis manuscritos a pesar de que yo le ruegue que los salve.

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Soy un pequeño tornillo oxidado de una estructura económica que “cree” que puede hablar. Pero en realidad no soy nada más que la herencia de la confusión campesina del siglo pasado que tuvo que rematar sus símbolos, sus dioses y su gloria a cambio de monedas urbanas depositadas en la basura de la ciudad. De este intercambio nada bueno puede salir.

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Cuanto se me evitó el trabajo, cuanto se me evitó el aburrimiento. Cuanto se me evitó el sufrimiento. ¿Por que no seguí Siddhartha?, protegido en el palacio en vez de convertirme en un buda de porcelana que re-conoce el sufrimiento pero requiere un precio.


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El que no habla en el idioma de la técnica no obtiene su religión y está de más en su mundo. Es inactual. Aspiramos a ser mudos y sagrados.

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La lógica es una amarra. Sin importar su estructura y de que si esa amarra tenga algo misterioso en relación a su factura. Sólo importa conocer la forma de esta y no corresponde deslumbrarse. La lógica actúa en la vida como una maravilla que no quiere serlo. Un orden que no dice nada.


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El trabajo literario no genera ningún éxito. Dos posibilidades de triunfar: estar fuera de serie individual y colectivamente, que la creación se desarrolle en un medio determinado que facilite el genio y la mas genuina , la gótica, que la obra no necesite la manutención del autor.


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La función, la utilidad, el pragmatismo es una salida digna al nido de misterio que nos proporciona nuestra era. William James es un filósofo a mi medida .


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Mi obsesión solo se corresponde con la gigantesca dimensión de la interrogante infantil que pretendo resolver, no tiene que ver con nada erudito ni con conocimiento especulativo, sólo quiero responder una pregunta inmensa como la de un niño.


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No tengo ninguna ambición más que corresponder a lo menos las expectativas de los que me brindan apoyo. Mi trabajo por el contrario no es cercano a ningún éxito moderno. Sólo seguir la senda humilde de la pregunta que se rumia como alimento para si mismo.


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He tratado de volver al sabroso regazo de la literatura religiosa. Entre menos creyente me vuelvo, mas hablo y comprendo el lenguaje religioso.


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No es fácil el negar. Si hiciésemos una autopsia popular a la “razón práctica” el pueblo la encontraría bien armada, sólida pero tan fabulosa como un dios en la era industrial. La neuralgia del bien sin premio ni castigo, sino como puro noúmeno, como bien en sí. Un bien que se autoabastece … pero que asfixia lo sagrado.


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El rayo que cae hoy es igual al que cayó hace 5000 años, sólo ha cambiado lo que hemos podido hablar de él. Además del fenómeno físico no deberíamos acaso considerar tambien el fenómeno del lenguaje (casi como un rayo aparte). El conocimiento sobre el rayo no impide ni borra su halo sagrado de hace 5000 años. No hay una verdad que se depura sino dos lenguajes que se descubren.


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