domingo, 27 de marzo de 2016

Diario


Observo en el metro a un joven viendo concentradamente su teléfono, de pronto hace un gesto de triunfo apretando su puño, como cuando los tenistas ganan un punto decisivo. Una mujer. Me digo sonriente. Es feriado, nadie se alegraría así por ser aceptado en un trabajo. 
Triunfos de teléfono, hoy mas emocionantes que los triunfos de la realidad (que casi no existen). Cada vez se pueden observar por las calles mas gentes haciendo mímica frente a sus teléfonos, como en la película HER.
En las redes sociales se juega siempre la final de Wimbledon, en la realidad un pobre partido en una cancha de tierra.
El romanticismo hoy en día vuelve a tomar su ribete clásico. El de la imaginación. No es romántico lo que unos años atrás pretendía serlo: La presencia, la realidad. Hoy los triunfos románticos se alejan de la presencia. Esto lo sabían ya los maestros del amor virtual como Dante, Casanova, Stendhal o Proust.





Un amigo siempre me manda por WhatsApp frases poéticas a lo Raul Ruiz o Peter Handke, pero sin tener conciencia de ello:
"¿Te has fijado que todo Chile esta cagao de la rodilla? , debe haber un significado espiritual en ello que los kinesiólogos nunca determinarán"
"Cuando dos amigos de facebook que nunca se dan likes mutuos (por competencia, envidia o descuido) se encuentran en la calle se produce un nuevo tipo de tensión que los hombres antiguos no conocieron"
"Las jóvenes de clase media, asiduas de Lastarria y Nuñoa han popularizado por la ciudad un nuevo tipo de respuesta sentimental. Es el "dale", término ambiguo, incluso en algunos casos no quiere decir nada aparte de dejar en suspensión cualquier relación humana. No es un sí rotundo ni un no cortante. Por ejemplo tu le dices a una mujer "Uno de estos días podríamos salir a tomar una cerveza" ella responderá un "dale", que quiere decir que no irá pero que tampoco te dejará el sabor de boca del rechazo. Simplemente te dejó en esa suspensión ñuñoina del "dale", que por lo demás es absolutamente necesaria para esta época ..."
Las conversaciones por WhatsApp con los amigos son los libros del siglo XXI.



"Maria Gavrilovna se había educado con novelas francesas y, por consiguiente, estaba enamorada", escribe Pushkin en La tempestad de Nieve.
A Emma Bovary le sucede lo mismo, leyó tantas novelas de amor que al comprobar que las pasiones en la realidad diferían notablemente de sus lecturas, se desilusiona y comete adulterio.
Hoy con la novela en baja, internet reemplaza esa necesidad de inflar la imaginación de la mujer, para bien o para mal, en asuntos del amor. (De mas está decir lo difícil que es hoy encontrar un hombre que imagine en el amor)
Una novela del siglo XXI debería comenzar entonces así:
"Maria Gavrilovna se había educado con Internet y, por consiguiente, estaba enamorada..."




Mientras baila con una hermosa mujer, Sherlock Holmes observa cada detalle del salón donde se encuentra en búsqueda del asesino entre sus asistentes: archiduques, embajadores, príncipes. 
La mujer al verlo completamente enfocado, le pregunta:
-"¿Qué ves?"
Holmes contesta sin perder un ápice de concentración :
-"Todo, esa es mi maldición..."




Observo las fotos de perfil femeninas de Tinder. En no pocas insertan carteles, textos, principalmente relativos a la felicidad, al aprovechamiento del día (carpe diem) y alguno que otro mensaje new age. Me llama la atención no haber visto nunca un texto de feminismo duro en ellos. Y no es sólo porque cualquier feminista radical nunca aprobaría los sitios de este tipo, sino que incluso las feministas moderadas consideren que los mensajes de este tipo no son buenos a la hora de llamar la atención de los hombres.
Este fenómeno quizás se deba simplemente a que los mensajes feministas buscan la justicia, no la seducción. Y esto es lo que me llama la atención e incluso me causa cierta admiración de estas radicales feministas. El hecho de que tomen conciencia de que el rol que están jugando tiene altas probabilidades de dejararlas sentimentalmente solas y aún así sigan adelante. (Esta conclusión no es difícil de suponer debido a que los hombres finalmente tenderán, algunas veces de forma explícita la mayoría implícitas, a resguardar con fuerza siempre sus intereses) De hecho no depender sentimentalmente de un hombre es casi una obligación en la constitución de sus demandas. 

¿Que opinarán las que presinden del hombre en pos de su justicia frente a las que necesitan al hombre y presinden de la búsqueda radical de justicia? 
La lucha, la rebelión no están precisamente en sintonía con "la diversión sentimental" de una época, por la sencilla razón que ésta depende de patrones claramente establecidos, preconcebidos, ya probados, amarrados a un tradición...

Recordé con todo esto un texto perturbador de Michel Houellebecq en su última novela: 
"La idea asombrosa y simple, jamás expresada hasta entonces con esa fuerza, de que la cumbre de la felicidad humana reside en la sumisión más absoluta..."


Uno a veces lee a los escritores contemporáneos de todo tipo con cierto asombro, literatos descarnados, muchas veces simples, que han hecho gran fama justamente por su accesibilidad, desde Bukowski hasta Tao Lin. De repente al terminar los párrafos el lector entusiasta se pregunta lo obvio: "¿Yo podría escribir algo así?". Entonces muchos se lo proponen y efectivamente lo logran. Es esta la misma razón por que hoy hay tantos malabaristas callejeros, toman un taller y a los meses cuelgan con gran habilidad de la misma soga que meses atrás observaron con admiración junto al malabarista de turno y se dijeron : "Yo podría hacer eso", y en efecto, luego de algún entrenamiento lo logran. Probablemente nunca en la historia ha habido como hoy tantos malabaristas de cuerdas y de literatura. 
El problema surge cuando de pronto, en una melancólica tarde de domingo, abandonamos la simplona resaca de Tao lin y por curiosidad leemos a tallas como Flaubert, Proust o Joyce, incluso considerando que no lo hacemos en su lengua original, sino mediados por una traducción que aunque sea perfecta, decolora. Al terminarlos sonreímos un poco nerviosos y resignados, de la misma forma que cuando asistimos a esos saltos mortales de diez metros que dan los motociclistas gringos en las exhibiciones de Red Bull. Entonces miramos a nuestro acompañante con una sonrisa y le decimos extasiados: "¡Jamás haría una cosa semejante!"
Existe un gran requisito para el que quiere comenzar a escribir sin decepcionarse, no es la aceptación del público ni un premio recibido, es más clara aún: Es jamás asistir a esos espectáculos imposibles de esos motociclistas virtuosos y contentarse sólo con ver los malabaristas que hacen las maniobras que uno podría llegar a imitar con cierto éxito. 
Yo soy desde muy joven (y a mi pesar) público de motociclistas de la Red Bull. Esto hizo quizás, que la esperanza en algun talento propio ni siquiera diera un mortal extendido en mí y al leerlos sólo sonriera de mi propia impotencia y nulidad.

En la mañana leí este fragmento de Dublineses de James Joyce y lo sentí efectivamente como si este fuera uno de esos motociclistas imposibles de la Red Bull, cito:
"No había esperanza esta vez: era la tercera embolia. Noche tras noche pasaba yo por la casa (eran las vacaciones) y estudiaba el alumbrado cuadro de la ventana: y noche tras noche lo veía iluminado del mismo modo débil y parejo. Si hubiera muerto, pensaba yo, vería el reflejo de las velas en las oscuras persianas, ya que sabía que se deben colocar dos cirios a la cabecera del muerto. A menudo, él me decía: "No me queda mucho en este mundo", y yo pensaba que hablaba por hablar. Ahora supe que decía la verdad. Cada noche, al levantar la vista y contemplar la ventana, me repetía a mí mismo en voz baja la palabra "parálisis". Siempre me sonaba extraña en los oídos, como la palabra gnomón en Euclides y la "simonía" del catecismo. Pero ahora me sonó a cosa mala y llena de pecado. Me dio miedo y, sin embargo, ansiaba observar de cerca su trabajo maligno..."




En la era preinternet el profesor era un transmisor de conocimiento. Poseía todos los vicios conductistas que hoy los teóricos de la pedagogía recomiendan superar. Aunque no era un simple transmisor. La información prácticamente no existía sin él. Por ejemplo un profesor universitario de Historia tenía textos y traducciones de fuentes que el estudiante jamás conseguiría. Esa era su gran fortaleza. Con la llegada de Internet los textos y fuentes se digitalizaron. También las tesis, los libros, las revistas especializadas. El profesor como el contrabandista de la información ya no tenía ningún sentido. 
Tal como ese antiguo profesor existe el escritor a la antigua. La mayoría lo es, incluso los jóvenes. Las redes son utilizadas como simples plataformas de publicidad y orientación para llegar al mundo real. Bueno traigo una noticia. El mundo real no existe. El mitín , el evento, incluso el premio literario y todo lo que se cocina cara a cara (lo que genera la vanidad mas genuina) tiene para las futuras generaciones menos importancia que un tornillo. Cada vez será mas importante el tipo que genere algún tipo de estímulo intelectual (contingente, histórico, artístico, incluso humorístico ) en la Red misma, que el que utilice a ésta como un medio para derivarlo a otro lugar (de allí que un youtuber o el líder de opinión en Twitter hoy puede ser para el segmento joven mil veces mas famoso que un escritor premiado). Cada vez será mas común ver invitaciones a eventos en la red que parecen monumentales y luego constatar una vez en el sitio, que dicho evento no tiene mas brillo que un simple cumpleaños infantil. Por eso mismo sus asistentes, una vez instalados en el y al darse cuenta de su pobreza, no tardan en conectarse de inmediato a la red e ignorar discretamente el "espectáculo". 
La presencia, la performance, el evento quizás ya llegó a un punto de agotamiento. Uno antes salía con amigos a la disco, a un bar o simplemente a la calle. Cualquiera tenía el protagonismo. La diversión era transversal porque nadie tenía la potestad de la conversación. Se avanzó mucho en la formación del carácter en esos tiempos, tal como Stendhal bebiendo vino blanco en los salones parisinos o mirando mujeres en las calles de Milán. El evento interrumpe esta transversalidad de los roles, da la apariencia que asistimos a una investidura de alguien en particular, a su cumpleaños o funeral. Antes las reuniones eran de amigos, hoy de público, que se desgasta rápidamente de tanto fingir admiración. El escritor que dedica todo el espacio en la Red para publicitar insistentemente un libro o destacar repetidamente su aparente éxito, será visto no muy distinto a un comercial de televisión, esos que cuando los enfrentamos cansados en la noche después del trabajo, le brindamos un zapping inmediato y automático.
Si asistimos en la niñez a cumpleaños ajenos, era porque comíamos torta. Hoy asistimos a eventos ajenos por la misma razón. Le pregunté una vez a un conocido porque iba a tantos eventos literarios. "Por las minas" me contestó sin pensarlo dos veces. Si le hubiese hecho la misma pregunta hace 20 años atrás sobre los cumpleaños, me hubiese respondido igual de rápido "¡Por las tortas!". Al parecer las tortas y las minas fueron siempre mas importantes que la amistad y la literatura. No es casual que el sitio de facebook "vino de honor", se haya convertido en un lugar obligado para todo aquel que quiera enterarse donde comer y tomar gratis a costa de cualquier lanzamiento, conferencia y exposición artística que se genere en la ciudad. Los eventos literarios como el antiguo profesor son conductistas. Como formadores de carácter y experiencia están obsoletos. Sólo pueden mantenerse como refugio al hambre, al voyerismo, a la falta de mujeres, a la soledad ...
Probablemente en el futuro cercano, si observamos a alguien inteligente y creativo utilizar la red sólo como un simple y exclusivo folleto de publicidad para derivarnos a la realidad, tomaremos este acto como algo de mal gusto, de falta de educación, de vanidad no tratada...Esto nos hará recordar de inmediato al extinto profesor antiguo, el simple transmisor de conocimiento. Entonces reaccionaremos de la misma forma con que nos enfrentábamos a él, pondremos nuestra cabeza en la mesa y dormiremos apaciblemente utilizando su discurso publicitario como una monótona canción de cuna...




Hoy el tema del aborto satura los muros de facebook. Recuerdo de inmediato un hermoso libro llamado Ciencia y Religión de Bertrand Russell, allí el filósofo daba cuenta de un hecho curioso, el debate entre la religión y la ciencia ha tenido un recorrido centrípedo, es decir ha desarrollado sus polémicas desde lo macro a lo micro. 
Hoy nos parece absolutamente extravagante que amenazaran de cárcel a Galileo por una teoría astronómica, incluso de llevar a la hoguera a Giordano Bruno por sus investigaciones interestelares, y esto es lo curioso ¡que inofensiva para nuestra ética nos significa hoy incluso la mas extravagante teoría sobre el universo!. Luego cuando el cielo se dejó en paz, la polémica ciencia-religión se nos acercó un poco más . Ya no eran las estrellas el fruto de la discordia. "Y sin embargo se mueve". Galileo ya era irrefutable. Entonces el próximo paso fue discutir con una ciencia nueva: La geología. La edad de la tierra, su desarrollo y la deriva continental, polemizaban directamente con la distribución terrena de los animales del arca. Pero el tiempo de las hogueras se extinguía tanto como los fantasiosos argumentos de los teólogos. Una vez que dejaron a los geólogos en paz (tal como en el pasado a los astrónomos, despues de quemarlos y encarcelarlos) la nueva contienda se enfrentaba a los hijos de Lamarck, los biólogos. La teoría de la evolución darwiniana no sólo desplomaba toda la estructura básica de la biblia, sino que nos dejaba sin un propósito en la tierra. Ahora sabemos cuanto influyó la hija de Darwin (tal como la hermana de Nietzsche) en contener mediante control editorial, las ideas mas vanguardistas del último Darwin, solo por la presión puritana (la promiscuidad de las hembras y la doble fecundación por ejemplo) 
La polémica religiosa que comenzó hace millones de años luz del hombre, estaba cada vez mas cerca de su cuerpo. 
Cielo, tierra, especie, cuerpo, genes. He allí el recorrido de la lucha histórica entre Ciencia y Religión. Nada sabemos si este es el último o más relevante estado de pugna, o si por el contrario, en cientos de años más la polémica sobre si penalizar a una mujer que aborta, será visto como algo tan bárbaro y brutal como nosotros hoy vemos a Giordano Bruno siendo quemado en una hoguera por sostener, ya en el siglo XVI, que el universo es infinito. 

Es lo que podríamos llamar el recorrido histórico de lo amenazante, de lo siniestro. Freud escribió en un texto llamado Unheimlich: “Sólo puede decirse que lo novedoso se vuelve fácilmente terrorífico y siniestro ; algo de lo novedoso es siniestro pero no todo. A lo nuevo y no familiar tiene que agregarse algo que lo vuelva siniestro... Lo siniestro sería siempre, en verdad, algo dentro de lo cual uno no se orienta...”
Al final quizás, todo esto no sean estrictamente luchas éticas ni religiosas, sino simples guerras en torno a la propia conciencia del cuerpo, fruto de todas las desorientaciones históricas frente a lo que se nos presenta progresivamente como "lo siniestro".



A propósito de la inminente llegada de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos. Más allá de los complejos análisis que tratan de explicar semejante barbaridad (sí, los bárbaros llegaron hace tiempo y deambulan dentro de la ciudad) es curioso como el ser humano, según el grado de decadencia de su civilización, ha depositado su confianza en distintos tipos sociales que representan claramente cual es la cosmovisión preponderante en su desarrollo histórico. 
Los hombres mas altos de su tiempo. Es el guerrero en Homero , el campesino en Hesiodo, el filósofo en Platón. Hasta allí las grandes cimas. El sacerdote transhumano en el medievo, (curiosamente el rechazo al cuerpo fue tal en este periodo que un médico no valía mas que un zapatero), el artista en el Renacimiento, el científico, el obrero y el poeta en el siglo XIX. El buen padre de familia burguesa en el siglo XX, junto a la celebridad televisiva. 

Trump representa hoy el nuevo héroe político, la tipología que mas confianza le genera a la mayoría de electores: el empresario. Por supuesto que no es un fenómeno eminentemente norteamericano. Italia lo conoce, Chile, Argentina y así muchos países se han rendido frente al mérito del nuevo héroe civilizatorio. ¿Y que es un empresario? Un simple y vulgar comerciante al por mayor que renegaría de inmediato de semejante definición y no tardaría en ensalzarla con valores nuevos como la innovación, la logística económica, la "filosofia" administrativa, el avance tecnológico "stevejobiano" y otros rimbombantes aderezos que no quitan ni ponen nada a su definición esencial: Un comerciante a gran escala.
He ahí nuestra época y nuestro héroe. En una batalla todo el ente social irá a luchar primero, cual partida de ajedrez, por cuidar en última instancia a su soberano. La cima mas alta de confianza, inteligencia y confiabilidad política de nuestra época. 
Y nos sorprende hoy leer a los grandes filósofos de la antiguedad referirse a nuestro rey.

Platón en su República: "En cuanto a los 
negociantes, habituados a mentir y engañar, serán tolerados en la ciudad como un mal 
necesario. El ciudadano que se degrada con los negocios comerciales debe ser castigado por este delito..."
Curiosamente para Platón un ciudadano es la antítesis de un comerciante. Y si aquél decidía convertirse en uno, debía saber que eso era un delito. 

Cicerón en Los deberes "¿Y qué puede producir de honesto el comercio? Todo lo que se llama negocio es indigno de un hombre honrado... Los negociantes no pueden ganar sin mentir, y ¿qué hay más vergonzoso que la mentira? Por lo tanto, es necesario considerar como algo bajo y vil el oficio de todos los que venden su pena o su industria; puesto que cualquiera que cambie su trabajo por dinero, se vende y se pone a nivel de los esclavos..."
Pero la más llamativa sentencia, por su cercanía y clarividencia, vino de Flaubert que dijo resignado:
"Llegará un tiempo en que todo el mundo se habrá convertido en hombre de negocios (para entonces, gracias a Dios, ya habré muerto). Peor lo pasarán nuestros sobrinos. Las generaciones futuras serán de una tremenda grosería".
Pienso en esto y al terminar, trato de ser sincero. ¡Cuanto me gustaría que me pagaran por escribir pequeños artículos como este! ¡De poder convertir, a traves de la economía, (la verdadera alquimia moderna), cada idea que se me ocurra en una moneda! (¡y cuanto te gustaría a tí lector!)
Porque no soy, no puedo ser, el noble ciudadano griego que busca a traves de sus palabras e ideas el esplendor político de su ciudad. ¡No! Lamentablemente soy parte también de la horda vulgar de bárbaros que se deleita en saquear y vender todo valor que encuentra a su paso. Partiendo por lo que no se debería vender jamás (el delito mayor): Las palabras...

Actualizando el lamento de Holderlin: Entonces ¿Para qué poetas en tiempos de comercio? 
Fácil. Para saber cual es el precio de cada uno. No hay otra brújula...




Cada vez escucho y veo rebeliones más violentas contra el trabajo. No son ya las típicas quejas del oficinista fatigado, que se siente lejos del viernes y lo comunica con cierta ingenuidad en las redes sociales.No, estas son verdaderas letanías dolorosas del alma, propias del hombre que ha comprendido la gran estafa. Escucharlas me da cierta esperanza, y también porqué no, orgullo. Durante la historia han existido muchas de estas hermosas rebeliones contra el trabajo, partiendo por el original rechazo griego al trabajo manual. Luego los goliardos medievales, los jóvenes locos del tiempo de Goethe, los pintores simbolistas franceses, los teóricos marxistas jocosos al estilo Paul Laforgue, los hippies del renacimiento de San Francisco en los sesenta, etc. Todos hombres desocupados, sensibles y valientes que hicieron valer su paso por la tierra. Por supuesto no triunfaron. El ocio como el máximo valor a aspirar en el mundo ya no triunfó en el orden humano, ya que este lo guiarán siempre los espíritus estrechos, los entendimientos ocupados fervorosamente en todas las cosas, que es al fin y al cabo ocuparse de la nada. Henry Miller ensaya un inolvidable grito de guerra de estas almas libres: 
"Quiero impedir que el mayor número de hombres finjan tener que hacer esto o lo otro porque tienen que ganarse la vida. No es verdad..."

No hay mas que apoyar a estas fuerzas honestas de la humanidad. Quizás las últimas de las que seamos testigos, aunque las veamos nuevamente derrotadas por el mismo engranaje de siempre. Tampoco criticar con furia los que eligieron, como en un truco de magia se elige una carta, el camino del esfuerzo para ganar dentro de este sistema. Aunque creer que gracias a la coherencia lógica de este sistema económico se pueda ganar un buen nivel de vida y a su vez potenciar el espíritu, ya es un tipo de frivolidad humana indeseable. 
No hay recetas en este asunto delicado. Cada cual sentirá y decidirá, como la mula siente el peso diario de su carga, la belleza de su rebelion existencial. La mayoría ni siquiera tendrá el tacto suficiente para creer que este es el tema crucial de estos tiempos y quizás sólo exigirá más y mejores empleos, tildando de loco al que no concuerde con tan triste demanda. 

Y nuevamente es Henry Miller quien narra mejor este absurdo vital de ensillarse uno mismo a la vida y entregarse a distintos amos, jinetes que nunca querrán obtener de nosotros otra cosa que nuestro arriendo muscular, monótono y silencioso, hasta que nuestro cuerpo, viejo, confundido, sin identidad, se desplome finalmente por todas las alcantarillas del mundo y las fosas comunes del éxito...
En Trópico de Capricornio escribe:
" En una época en que otros conseguían puestos cómodos, yo pasaba de un empleo miserable a otro, sin ganar nunca lo suficiente para subsistir. Casi tan rápidamente como me contrataban me despedían. Me sobra­ba inteligencia, pero inspiraba desconfianza. Dondequiera que fuese fomentaba discordia: no porque fuera idealista, sino porque era como un reflector que revelaba la estupidez y futili­dad de todo. Además, no era un buen lameculos. Eso me marcaba, indudablemente. Cuando solicitaba trabajo, notaban al instante que me importaba un comino que me lo dieran o no. Y, naturalmente, por lo general me lo negaban. Pero al cabo de un tiempo el simple hecho de buscar trabajo se convirtió en una actividad, en un pasatiempo, por decirlo así. Me presentaba y me ofrecía para cualquier cosa. Era una forma de matar el tiempo: no peor, por lo que veía, que el propio trabajo. Era mi propio jefe y tenía mi horario propio, pero, a diferencia de otros jefes, provocaba mi propia ruina, mi propia bancarrota. No era una sociedad ni un consorcio ni un estado ni una federación o comunidad de naciones: si a algo me parecía, era a Dios..."





La tarea hoy de un hombre que comercia con arte, es de inflar artistas para someterlos a una valoración social, que el mercado reconozca sin saber necesariamente porqué. Lanzar un nombre, justificar una obra, ponerle un precio, irse a remate. He allí el circuito. 
Un día mientras almorzaba en un restaurant, escuché por casualidad la conversación de un hombre que se dedicaba al negocio del arte y del posicionamiento de obras en galerías para su venta. Un diálogo de comercio inmobiliario. Fue una de las cosas mas tristes que he escuchado en mi vida. Las grandes obras del espíritu humano son gratuitas dice Ernst Junger. 
Ya no estamos en el Renacimiento, donde la belleza parecía indiscutible, quizas el arte oficial y conocido de hoy, no sea mas que la pequeña punta del iceberg de un arte oculto, sin publicidad, sumergido miles de kilómetros bajo el oscuro mar. Un arte que no dirá nada a nadie y se congelará sin resultado espiritual. Un arte desapercibido como la galaxia más brillante que sin embargo jamás será visto. Hoy sólo prevalece el nombre, la firma, el placer libidinoso del que tuvo la chance de ser reconocido pero que no sabrá nunca (de hecho nadie lo sabe) para que sirve la posteridad.
¿Y la pequeña fama literaria ? No es más que ganar unos ticket gratuitos para el circo de barrio en una radio AM.  
Las cuevas de Altamira, las catedrales góticas de Chartres y Reims. ¡Que remezón sentimos en nuestra alma al saber que nadie las firmó! ¡Que el autor se olvidó de si mismo!
La primera porque el hambre y la espiritualidad eran una misma cosa que había que solucionar sin distinción. La segunda porque el habitad sagrado que hace descansar del peso del mundo no puede tener propiedad.
Así, el hambre y el deseo de tranquilidad, son las únicas piedras con que puede edificar hoy el hermoso artista anónimo...




Basta con acercarse a los cuarenta, medianía la vida, para que de pronto y sin ningún llamado ni estudio filosófico, aparezca como nunca la imagen de la muerte con una claridad escalofriante. Es lo que llamó Martin Amis "La lnformación, ese rumor que comienza a oírse a los cuarenta años y nos habla de la certeza de la muerte". De pronto te llega demasiada clara, podría haber surgido desde niño, pero todos los mecanismos psíquicos parecieran haber confabulado para que esa información no sea creíble, como esas noticias de masacres del África que sólo nos impactan unos minutos y luego de pocas horas estamos nuevamente dispuestos y alegres para cenar con la mujer de turno. Se suspende la muerte hasta que el hedonismo lo disponga. No es casual que muchos hablen que los cuarenta es la mejor etapa de la vida. Sexo variado, placentero y sin grandes compromisos . La vida un poco mas solucionada o resignada, sin mas expectativas que la inercia o la que los ahorros disponen. Son como los últimos tres días de las vacaciones. Pero una vez cuando "la información" se apodera de todo tu ser: Adios vacaciones. Adios salud.
Es por esto que el existencialismo es un modo filósofico que se ajusta perfectamente a la novela y mas aún a la vida. La información llega a cada ser humano sin mayor esfuerzo intelectual. La filosofía de la muerte se torna tan normal como la osteoporosis.
Hace un tiempo supe que querían llevar al cine: "La crítica de la razon pura". Imposible. Lo leí como un gran chiste. ¡Cuanta esperanza abstracta hay todavía en Kant! La urgencia de la razón, el progreso, los límites cognitivos, la fiera humana tan domada, la moral, la paz perpetua. ¿Qué queda ya de este gran jardín de valores que nuestro inconciente lleno de remordimiento, violencia y muerte no haya ya ridicularizado suficientemente? El único mito activo y plausible en nuestra pobre actualidad: Sísifo. Hay que aprender a sobrellevar su absurdo. 
"La información" es la segunda y definitiva nupcia del ser humano. Moriremos defendiendo la única patria posible: la hilarante y sorprendente inutilidad de nuestro ridículo paso por la tierra...

Robert Musil escribe en "Las tribulaciones del estudiante Törless":
"La circunstancia de haber tenido en las manos un libro de Kant -esa circunstancia completamente fortuita, a la que en su momento no había prestado gran atención- repercutió en él profundamente. Le era conocido de oídas el nombre de Kant y lo consideraba la última palabra de la filosofía, como suelen opinar quienes sólo tienen un remoto contacto con las ciencias del
espíritu. Y la creencia en esa autoridad había sido uno de los motivos por los cuales Törless, hasta entonces, no se había sentido atraído por los libros serios. Los muchachos muy jóvenes, una vez pasado el período en que

quieren ser cocheros, jardineros o confiteros, suelen abrazar con la fantasía aquellas profesiones que parecen ofrecer a su ambición la mejor posibilidad de sobresalir y distinguirse. Cuando dicen que quieren ser médicos, ello significa que alguna vez vieron un bonito consultorio atestado de pacientes o una vitrina con curiosos instrumentos quirúrgicos, o algo por el estilo. Si hablan de la carrera diplomática, piensan en el brillo y en la distinción de los salones internacionales. En suma, que eligen su profesión según el medio en que les gustaría verse y según la pose que más les agradaría adoptar.
Ahora bien, el nombre de Kant siempre se había pronunciado anteTörless con el aire de estar hablando de un misterioso e inquietante santo. Y Törless no podía pensar sino que Kant había resuelto definitivamente los
problemas de la filosofía y que después de él la filosofía misma era una ocupación ociosa, sin finalidad, así como creía que después de Schiller y Goethe ya no era lícito componer poesía..."




Voy a uno de esos viejos restaurantes de barrio, también convertido en un club de Rayuela. Es la casa de un puñado de hombres que ya no se esfuerzan en la vida (nunca lo hicieron), pero no quieren morirse aún. Fueron jubilados desde los veinte años. Viven allí bebiendo, comiendo contándose las mismas historias todo el año. Curiosamente cuando envejezca veo mucho mas atractiva la idea de terminar en un restaurant así, que ejercitándome en cualquier tipo de yoga (incluyendo el extravagante yoga de formar una familia) . Prefiero la conversación, aún el balbuceo alcohólico, antes que la meditación despersonalizada. Un sándwich de pernil antes que un mantra.
Estos hombres parecen veteranos de Vietnam. La diabetes, la enfermedad predominante, ha hecho estrago. Hay hombres sin piernas, con muletas y cojos de todo tipo. Esta enfermedad hace, -como dijo Nietzsche- que "su orgullo se hipertofrie". Cada uno cuenta su historia para asegurarse un puesto en el panteón de los héroes. Cada uno de ellos declama una habilidad sobredimensionada en cualquier deporte, gesta o hito comunal. Una jornada triunfal en el pasado donde fueron protagonistas. Jornadas que nunca existieron pero que alcohol y la glucosa exacerbada en su cerebro, les hacen creer que sí y que es absolutamente necesario que las nuevas generaciones se nutran de ellas.
Pero lo que más me llama la atención del lugar, es la absoluta ausencia de cualquier rastro de femeneidad. La mujer acá literalmente no existe ni genera ninguna leyenda. Es como un planeta que hubiese encontrado un método alternativo a la reproducción ajeno a la cópula. Es un barco de una novela de Melville. 
Mientras el mundo burgués, democrático y moderno juega, cree, jurudicciona orgulloso todo de la mano de la mujer, este barco melvilliano navega tranquilamente en su bruma hermafrodita. Y esta me genera una sensación de tranquilidad e independencia sorprendente, una esperanza real observando su estilo de vida heroico, sólo construido con narraciones humildes. De inmediato dan ganas de solicitar una litera placentera y silenciosa en este hermoso barco para sobrellevar sin ningún temor la incipiente piratización del corazón. Ganas de contar, con el entusiasmo de esos viejos, mi propia historia heroica (inexistente pero necesaria) donde fui protagonista. Donde hice goles en finales de fútbol y golpee asaltantes, escribí un libro fundamental y amé a una mujer hasta con mi sangre. Es la belleza insuperable de la mentira alcohólica del solitario.
De inmediato uno puede imaginarse como un miembro sagrado de este restaurante, como un Billy Budd o un Ignatius Reilly. Cuando este último, (el pintoresco protagonista de "la Conjura de los necios" de John Kennedy Toole), va en busca de un empleo como copista y al ver el catastrófico paisaje de su alrededor, le dice al encargado de reclutamiento:

"Me he fijado. No hay luz solar; y por lo que veo, tampoco mujeres... son ustedes lo que se dice unos amantes de la vida vacía..."



Una amiga muy escéptica de Tinder y las aplicaciones para conocer parejas me dice en tono categórico. "Eso parece una carnicería, elegir un hombre o una mujer entre muchos como un pedazo de filete". Concuerdo le digo, pero quizás 
la imagen de la carnicería es un poco exagerada. Lo asocio mas bien al relajo de una pastelería a la hora del té. Dos personas se conocen y hablan un día sin apresurarse. Si se atraen y luego de un pequeño análisis, que puede llevar días o semanas, hacen una cita y se aceptan o se rechazan con el relajo de saber que la pastelería no cerrará, estará allí, en el mismo lugar nuevamente, esperando amable la hora del próximo té. No es tan dramático. 
Carnicería era lo que hacíamos a fines de los noventas, en los tiempos del boom de las discotecas. Entrar a un recinto cerca de una de la mañana, borracho, con el ego desalmado e impune propio de cualquier adolescente, acompañado de la manada de amigos cual primates llenos de testosterona y en época de apareamiento. Luego, en ese estado errático, intentar sostener una conversación coherente con una mujer que te mira un poco mientras baila, pero no más que a otros cinco tipos a la vez, tan idiotas como tú . Todo eso enmarcado con el incesante ruido de la música bailable, que no era tan diferente al de las máquinas que muelen comida. 
¡Eso sí que era una carnicería!...




¿Cuanto habrá afectado esta semana el caso del descuartizamiento de esa joven del río en mermar citas rápidas por Tinder?. Siento que este año recién Chile toma coinciencia de la revolución obligada que tendrá que someterse en sus rutinas sexuales. Las nuevas estadísticas son lapidarias. Las tres cosas que el 80% de las mujeres busca en un hombre: que tenga empleo, que sea inteligente y además fiel. Esto descarta al 99% de los postulantes. Los públicos objetivos estarán reducidos al máximo. No imagino cual será la solución. 
Philip Larkin escribió en un poema:
"El sexo empezó en mil novecientos sesenta y tres (demasiado tarde para mí) entre el fin de la prohibición de El amante de Lady Chatterley y la edición del primer disco de los Beatles..."

Quizás el 2016 chileno sea como el 1963 inglés. Quizás aún no empezábamos a follar realmente.



El medio es el mensaje. ¡Cuánto peso adquiere esta frase a medida que pasa el tiempo!
Leo en un estado twitter: "Un libro que compraría, sería de recopilaciones de WhatsApp a ex parejas los fines de semana a las tres de la madrugada", y otra: "Si una mujer tarda en contestarte en WhatsApp a una pregunta, es que lo está consultando en el chat de amigas con pantallazos"
Creo que la verdadera revolución en el trato y el filtreo sentimental, no es tanto la posibilidad de comunicarse con texto, fotos y audio a traves de WhatsApp, sino la facilidad de capturar pantallazos y con esto hacer de cada conversación intima una verdadera cooperativa sentimental.
El consejo amoroso es muy antiguo, desde el tiempo de los romanos con Ovidio (que justamente tituló un libro como Remedios del amor) o las impresindibles chaperonas de las antiguas reinas. El diccionario define este curioso oficio, que aún hoy se practica hasta con las reinas de belleza, como “persona que acompaña a una pareja o a una joven para vigilar su comportamiento”. Los pantallazos son la nueva revolución mcluhaniana en lo que a comunicación interpersonal se refiere. Ya la mujer inexperta y deslumbrada por los cuentos del hombre común, será una especie en extinción . Quizás desde ahora en adelante toda conversación amorosa, lejos de ser íntima y discreta, siempre estará asesorada en tiempo real por diversas consultoras (palabra muy de moda) que buscarán la mejor toma de desiciones y resguardo de la inversión sentimental de la amiga. Esto como para hacer frente a la mas poderosa y exitosa arma de seducción del hombre actual, siempre presionado por su paupérrimo nivel de vida: la mentira.
Verdaderos grupos de trabajo de mujeres, mas dotadas de experiencia y poder de análisis, se dedicarán a analizar estos diálogos para identificar la veracidad y conveniencia del nuevo Casanova. Será un verdadero trabajo sinérgico que siempre asegurará la supervivencia amorosa de los grupos femeninos que la practican.
De hecho un estudio reciente de arqueólogos, biólogos y antropológos, determinó que tras las grandes glaciaciones, la extinción de los neandertalenses frente a la adaptación del homo sapiens se debió principalmente a que los primeros no estaban comunicados entre si. El triunfo biológico del homo sapiens se explica por haber estado lo suficientemente interconectados, asesorándose, transmitiendo experiencias entre ellos.
Bajo esta premisa quizás habrán en el futuro dos tipos de amantes: Las neandertalenses, aisladas, perdidas en la glaciación de su época, destinadas a la soledad y al dolor y las sapiens sapiens, cooperativas, disfrutando de cada placer, minimizando los costos energéticos que provoca el trato con los machos inservibles, exitosas y genéticamente triunfantes.




Robert Frost dijo: "Un poeta nunca toma nota, nunca toma notas en una historia de amor". Verdad temible. Veo mis escritos de hace años, ninguna alusión al amor. Conozco mucha gente, cada vez mas (y muy joven) que ya ha abandonado la batalla. Un amigo me dice "El amor es solo para sufrir". Ya llegando a cierta adultez con una situación mas rentable, con un poco de mas seguridad en si mismos, se lanzan a tener muchas amantes, tantas como sus posibilidades se lo permitan. Y permanecen allí, saben que pueden sobrevivir de eso, tal como el joven que debuta en el trabajo sabe que el resto de su vida sobrevivirá de eso y evita asociarlo a un infierno, por mas que lo parezca.  
No hay sensación del paraíso hasta que se pierde. Paradoja inmensa: Los que lo viven lo ignoran. Pareciera que la metáfora originaria nos dijera que la vida comienza allí, una vez exiliado de la inocencia, al intentar reconstruirla. Esta reconstrucción desesperada es lo único que sabemos del amor. Reinterpretación siempre inútil tanto como la vida del hombre. 
No nos pudimos traer las notas de cuando amamos, no existen, por que olvidamos hacerlas. Esa negligencia y los inútiles esfuerzos por reconstruirla es nuestra vida, es nuestra literatura. Los exiliados siempre toman nota de manera febril...






"Pocos escapan a la rueda de molino. La mera supervivencia, a pesar del sistema, no otorga ningún mérito. Los animales y los insectos sobreviven cuando especies más elevadas están amenazadas con la extinción. Para vivir más allá del límite, trabajar por el placer de trabajar, hacerse mayor con dignidad, conservando las facultades, el entusiasmo, el amor propio, uno ha de establecer otros valores distintos de los que observa la masa. Hay que ser un artista para abrir brecha en el muro. Un artista es fundamentalmente alguien que tiene fe en sí mismo. No responde a los estímulos normales; no es un esclavo ni un parásito. Vive para expresarse y al hacerlo enriquece el mundo..."
(Henry Miller. "Una pesadilla con aire acondicionado")