martes, 21 de julio de 2009

Diario




“Dios, última palabra que quiere decir que toda palabra, un poco más adelante, fallará”
(Bataille)


El conocimiento es una estafa. Nada más que la empresa de un siglo, los otros siglos exigieron más. La empresa del vivir solo le basta comprender su absurdo. Así vuelve a lo necesario, es decir: El hombre es inocente de todo.


No hay pecado porque no hay caída, nadie se cae sin oposición, podemos seguir a Leibniz en que este mundo es el mejor de los mundos posibles por que aún no podemos oponerle nada a lo que denominamos "mejor". Simplemente: Todo lo que es, es mejor.


El mito actual debe fluir desde un nuevo ahora, (porque no todos los "ahora" son nuevos). El presente que desea dejar de serlo y pretende, quiere, ese es el absurdo.



El agnóstico esta sumido en un paréntesis, carga toda su vida con el que al final se obsesiona más de su suspenso que de su objeto.


El ateo es un obrero cognitivo.


El creyente hoy ignora lo que es la fe. El ciego diseño humano no permite la fe. Aun así existe, eso es lo milagroso.


La desesperación se ha vuelto rutina. No hay nada novedoso. La técnica es sólo una opinión con resultados barrocos.


Un enfermo desahuciado y su cotidianidad, he ahí el fiel reflejo de la condición humana. Escenario sin actores. Porvenir vacío. Nada consuela a la idea de la nada, ni siquiera su imposibilidad.

“La bomba atómica comenzó a estallar en el poema de Parménides.” (Heidegger)

La explicación de nuestro decadencia no es ni una guerra ni absolutamente ninguna coyuntura, el origen de nuestra decadencia se forma en el pensamiento. Los ornamentos técnicos sólo han llevado a ese pensamiento a formalizarlo, la razón (ratio) hegemónica frente al pensar relegado.

¿Busquemos entonces una palabra más allá?


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