martes, 22 de julio de 2008

«Todos los días deben ser santos para mí»


Siempre escucho, como si la fonética tuviese un hábito, que de cada tormenta polémica se saca una fábula. Parece que se es platónico aunque se lo ignore (y el ignorarlo es su fortaleza) , es decir, poner en el mismo establo lo bello y lo bueno. Es imposible que el gusto de lo bello, una especie de veleta moral, se separe de lo bueno.

El peor dictador, el peor asesino, quizás sea el mas vivaz, esté mas al tanto de lo “inteligente”, de “lo sabio” ¿Por qué no?, el bosque arrasado, estéril, humeante por el reciente incendio es quizás el paisaje perfecto, la obra más “hermosa”. El arte más cruel, más maligno, quizás sea el más bello.

Ese es el panorama de hoy, la filosofía clásica ha abogado que el “mal" es “ignorancia” y que lo “bello” es “bueno”. Sólo se ha preocupado de matrimonios y por eso es el vehículo más poderoso para abandonar al cuerpo. “Todo lo bueno será bello” todo cuerpo será desconfiable. Todo es unilateral, el gran amor a la única mirada, objetivar, pasar por alto la vida, relegarla a un paréntesis lógico. Pero en esa mirada no hay espacio para nuestros ojos, no hay espacio para el que santifica la vida y que sabe que esta se inunda de ojos, y más aún ¡se inunda de voluntades! Al fin y al cabo sólo admiramos lo que no soportamos.


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Todo se vuelve insoportable por ende agarra interés.


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La Historia cuando quiere ser moral naufraga, pero sin embargo no se escribe Historia sino para levantar discursos morales, no hay acto puro, todo se sobrepasa con mayor crueldad. La mejor Historia es la que se escribe a punta de olvido.


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El deseo objetivo es una especie de chiste cósmico


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El concepto aturde, la gramática es el nido metafísico del hombre, a roer el útero, a nacer al revés.


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Ya hemos amado demasiado a la vida, ¿que esperamos ahora? que por fin la Verdad sea verdad. Que el universo no sea más que nuestro fuerte grito que de-vuelve todo.

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Es por que el mundo se me ha caído tantas veces que he aprendido a amar al desfallecimiento y a ver el error en todo lo estático, en todo lo firme, es decir en todo “significado” gratuitamente externo.


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Por que todo éxtasis vuelve al terreno de lo racional es que es imposible pensar en iluminación de ningún tipo. Cuando una experiencia “se vuelve oro”, el lenguaje la retrotrae a los hombres como plomo. Cualquier experiencia divina es in-dividual, DIOS es UNO mismo.


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La vida como temor a la Vida crea una belleza hereje, un alma. La vida como amor crea una belleza sublime, el cuerpo, que sale del olvido milenario, y esta listo para “sufrir “(suffere), sostener, sostenernos, ¡afirmarnos!


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