lunes, 1 de octubre de 2007

Benjamín Subercaseaux y la loca Geografía




Me gusta leer en los buses , que me llevan cada fin de semana de aquí para allá, en esa maniática geografía de los “allíes”, y cuando me siento pongo la cara mas militar que puedo para que nadie intente sentarse a mi lado ya que me encanta tumbarme en el asiento (y he intentado otros trucos , como viajar a horas imprevistas o poner el brazo en otro asiento como un títere para que parezcan dos cabezas, para que las personas que generalmente se suben sin pasajes numerados y que agarran un poco desesperadas cualquier asiento, no tomen el de mi lado ).
Pero es necesario ser un Geógrafo, dejar el terco mundo de los libros y desplazarse sin hacerlo. Dicen que Platón llamaba a su joven discípulo Aristóteles “el lector” dado que no lo veía hacer otra cosa que estar con la cabeza gacha leyendo, cosa increíble para los que admiramos e imaginamos a Aristóteles como un biólogo, en los estanques o en los bosques, deslumbrado, buscando la esencia, la semilla, la “potencia de los seres”. Dejar de agachar la cabeza es un esfuerzo vital. Para ser un amante de la vida y no perderse en los libros.
Que mejor que leer a “sugerencia” de una profesora el maravilloso libro de Benjamín Subercaseaux “Chile o una loca Geografía”, me acuerdo haber tenido hace un tiempo ese libro pero como muchos desaparecieron poéticamente. Que feliz se siente cuando coincide una lectura obligatoria calificable para la academia con un autor imprescindible, diferente, amado (aunque en la prueba haya respondido puras tonteras producto de malestares cerebrales) . Si uno se lo pasa leyendo sistematismo, conferencias y arrogancia, mi aburrimiento se vuelve profesional. Los libros más aburridos son los más indispensables en lo que llaman “historia”, el polizonte intelectual.
Leí a Subercaseaux con el mapa de la Copec al lado , para hacerlo mas inteligible para los que conocemos escasamente Chile, me angustia solo conocer desde el valle del Elqui hasta Villarrica. Por la carretera y no por el interior. Me desespera, me hace pensar proyectos, armar embarcaciones, inventar Itacas para tener aunque sea un poco de nostalgia postiza.
El libro es prologado por la cada vez más grande prosa de Gabriela Mistral, que le dice cosas como:
“Los contadores de Patria cumplen de veras un acto de amor”. Uff Gabriela , si supieras ,fui a Monte Grande , y embobado en ese Pisco a mansalva que ofrecían por las calles lloré, por los colores del valle del Elqui que mi retina, no preparada para la saturación y el contraste poético, no comprendía y se refugiaba en los grises que mi cámara fotográfica mas valiente que yo encarcelaba. Vi los pupitres que la Gabriela acariciaba con sus palabras secas del desierto, fui feliz como la uva dulce del valle del Elqui “lista de sol”.
Subercaseaux es un “escritor” y siempre encuentro en los grandes un humor extático, de corte. Imprescindible, hay un honor guía y rey, sintáctico. El turista siempre es triste, melancólico sin sentido. Por ejemplo frente a Taltal hay una fosa marina de miles de metros, Subercaseaux la imagino así “ojos que no ven corazón que no siente. El turista apoyado en la barandilla del barco mira distraído la barranca interminable, contempla un momento el mar profundo y tira su cigarrillo desde siete mil metros de altura, hastiado por la monotonía”.
A veces se le perdona su tono aristocrático, pero honesto, se le perdona todo , su estilo es delicado, adictivo. Nos dice honestamente que no le agrada el campo (que no es lo mismo que la Naturaleza) sueña como los hombres de los años cuarenta en la industrialización. Tan atento a la descripción de lo que llama él "razas" para sumergirse hasta en el ultimo rincón del espíritu chileno (y no lo hace peyorativamente). Si mi coincidente conexión con él llego a su máxima expresión al encontrar en una librería barata su “Niño de Lluvia” (en tristes mil pesos), autobiografía melancólica y nostálgica. Además sospecho que es un amante de Rimbaud, si hasta escribió algo relacionado con él (Propos sur Rimbaud ) .
Que envidia es recorrer a tal nivel Chile y con ese talento literario como equipaje. Si hasta se pone botánico y zoólogo cuando describe la imponencia de las arañas de cerro, las cuales, en opinión de un amigo suyo, “si tuvieran el tamaño de un gato preferiría no existir”.

Comencé quizás con una exageración, estoy lejos de ser un ermitaño de buses, incluso en mi ultimo viaje se sentó a mi lado una abuelita (la cual no alcance a espantar) y curiosamente me preguntó que leía y me dio una sonrisa psicológica, en realidad solo hice el amague, preferí ver por las ventanas el valle de Casablanca por milésima vez. La Geografía resucita en el preciso instante en que erguimos el cuello erudito, triste y fatigado.

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